Opinión

La curación del mundo

Mira por dónde el título del último libro del poeta Fernando Beltrán me da pie para estas líneas que hoy escribo, mientras al otro lado de los cristales nieva con mucha constancia pero también con mansedumbre. El caer de la nieve es apático y también sumiso, carente de entusiasmo, por eso también es relajante y hasta hipnotizador, como el crepitar del fuego.

Leo las estrofas, los versos contenidos en “La curación del mundo”, que son exquisitos, y se concluye de inmediato que el autor los escribe –más bien los piensa-, durante su ingreso por covid al principio de la pandemia. Cuando uno está en situación de debilidad las ideas no se aclaran por el estado febril, sino que se afinan y hasta se dulcifican. Los poetas románticos, muchos de ellos tuberculosos en aquel entonces, sutilizan, pulen y hasta templan las palabras o las ideas o las frases, dotándolas de una exquisitez infinita. Por ejemplo “Las cosas no serán la misma cosa, / la piel no será ya la piel / ni el desnudo el desnudo, / habrá que comenzar a desvestirse / por el botón del miedo, y al besaros/ quitada ya la ropa, aprender que había huecos / antes nunca tocados, / por fin seremos tacto”. Son versos casi para adolescentes, aquellos que nos hacían vibrar cuando Aute cantaba “No te desnudes todavía”, pero esto que hoy leo va por otro camino, el camino de lo que no vemos, ni sentimos, ni hacemos sentir porque vamos de prisa. La enfermedad nos ralentiza y nos ayuda a meditar y a pausar la vida en medio de la bruma de nuestra gravedad. Me pregunto qué hubieran escrito mis amigos idos, mis amigos muertos en medio del caos si hubieran tenido la oportunidad de salir del trance, la que sí tuvo el poeta que hoy comento.

Y en medio de este lapso exquisito la basura y el oportunismo político que hemos vivido esta semana a propósito de la toma del Capitolio en Washington: todos los partidos expresando su rechazo y echando lodo encima del enemigo político mientras Illa estrena peinado para ponerse a tono con una pretendida imagen moderna alejado de la caspa presente en el actual gobierno catalán. Un corte de pelo con flequillo mórbido mientras se desentiende del ministerio que todavía ocupa, que tanta falta tiene de una persona con talento y no de esos discursos cutrecillos del actual titular, porque su meta está en asentarse en la silla del “molt honorable president”. También hemos escuchado hasta la saciedad una frasecilla tomada como mantra del gobierno actual, esas que cada mañana aprenden en la sede de la presidencia y que dicta Iván Redondo, sumo pontífice, sumo ideólogo, y que repiten cansinamente como loros sin cerebro, que es lo que vienen siendo. “Nadie va a quedarse atrás”, cinco palabras que salen de la boca de Sánchez, de Pablo Iglesias, de María Jesús Montero, de Adriana Lastra, de todos los que cada día mienten sin contar que atrás ya se han quedado los 80.000 muertos del virus, el millón y medio de parados y los muchos más que se van a producir, así como los que tienen que echar el cierre a su negocio de hostelería o de lo que fuere, porque nadie logra domeñar la pandemia y ni siquiera las vacunas están administrándose al ritmo deseado porque el ministro del ramo está en la peluquería, preparándose para su lanzamiento al estrellato.

La curación del mundo está lejana mientras el pandero esté en las manos que está. “Las cosas no serán la misma cosa, / nosotros no seremos los mismos, / los otros no serán ya los otros, / el amor no será ya el amor, / será sólo el amar, y será más. No habrá piel, habrá carne / jugándose la vida”. Y yo añado: más la poesía seguirá siendo poesía, seguirá siendo un bálsamo para el alma.