Opinión

Return to forever

Ha muerto Chick Corea, el amo absoluto del jazz de fusión, casi su inventor, y su nombre en mi cabeza va ligado a Return to forever, una banda estadounidense a la que se unió en los años setenta, cuando yo era una muy jovencita adolescente con pretensiones intelectuales en todos los ámbitos. Entendía poco de jazz, pero me entraba por los ojos y los oídos a través de un amigo bastante mayor que yo, como me ha venido ocurriendo en la vida, que me inició en ese tipo de música abstracta. Pero no vamos a hablar de jazz ni de Chick Corea sino del nombre de la que fue su banda, “return to forever”, o sea, volver para siempre o volver a lo de siempre, que es, mayormente, el deseo de quienes hemos vivido los últimos cuarenta años de la historia de una España que ahora se precipita por momentos a la más absoluta de las debacles. Un país que se ha convertido en un despropósito y que desde el extranjero observan con perplejidad y hasta con desprecio. El daño que Iglesias hace cara al exterior de la imagen de nuestra nación es preocupante, pero no ocurre nada. Todo sigue igual y las actitudes ramplonas se suceden y se multiplican a diario como los hongos en terrenos húmedos. Pero, da lo mismo, nadie cesa a los culpables de esta situación, ni tampoco Sánchez comparece para dar explicaciones ni en la Cámara Baja ni en la Alta, donde lleva tres meses sin someterse a control alguno. Pero avancemos, para no entrar en un bucle de desesperación, no sin antes señalar que en Venezuela Maduro prioriza a los chavistas para ser vacunados antes que otros sectores de la sociedad. Claro, si se queda sin los suyos estaría abocado al linchamiento. Aquí Illa se negó a una prueba de antígenos antes del debate televisivo con sus contrincantes en las elecciones de hoy en Cataluña para que no se detectase que ya está vacunado, cuando ni es anciano ni es sanitario, o sea, que todavía no le corresponde, pero todos sospechamos que estos pelanas del gobierno están ya todos vacunados. Pelanas con aspiraciones de lingüistas, porque llevan desde que se asentaron en el poder imponiendo su ignorante manera de hablar. “Miembros y miembras” son naderías en comparación con la que se nos viene encima con la ley “trans”. Por ejemplo, no se puede hablar de “madre”, si no es acompañada de la palabra “biológica”, porque si dices “la madre que me parió” estás ofendiendo a los y las transexuales, o a los y las binarias o binarios. Un jaleo. Más: no se puede hablar de mujeres embarazadas, sino de personas embarazadas para no ofender a los hombres intersexuales o transgénero. Y el despatarre es ya lo que sigue: “a las mujeres como sexo biológico hay que llamarlas personas menstruantes”. No puedo más, de verdad, con los problemas tan graves que padecemos gastar el dinero en esto y maltratar la lengua de esta forma es rigurosamente intolerable. Lo malo es que, a fuerza de tolerancia, está tomando carta de naturaleza la sinrazón en que nos ha convertido la tropa que pueblan las cortes españolas, que nunca se habían visto en esta circunstancia de miseria.

Coda. La Princesa Leonor, a quien no podría suscribir como hija, por demasiado joven, ni como nieta por demasiado mayor, empieza a sufrir en su finísima piel los daños derivados de su condición de Heredera. Son ataques, en definitiva, a la Corona, con los que ya puede ir entrenándose porque su futuro será tan trabajoso como enojoso. Deberá llevar como bandera la frase que a su padre le dijo un escritor en los Premios Príncipe de Asturias del año 1987: “Señor, en España el que resiste gana”. Ojalá que así sea.