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Del Callejón del Gato a San Jerónimo
«La ausencia de don Juan Carlos en el acto de hoy no deja de ser algo esperpéntica»
Meritxell Batet, presidenta del Congreso y catalana, socialista educada en la tradición catalana de celebrar una derrota, la del 11 de septiembre de 1714, ha organizado hoy un acto de en la sede la Cámara Baja para rememorar la asonada –esperpéntica al final, pero que pudo ser trágica–del 23 de febrero de 1981, hace 40 años exactamente, liderada por el entonces teniente coronel Antonio Tejero, con la complicidad de otros militares que repudiaban la democracia y que soñaban gobernar España como un cuartel. No es fácil hallar precedentes de actos de recuerdo de golpes de Estado fallidos, aunque sean como reafirmaciones democráticas. Tampoco es sencillo encontrar pueblos, como el catalán, que hayan elegido la fecha de una derrota para sus celebraciones más señeras, ni Gobiernos, como el ahora en funciones en Cataluña, al que le cueste condenar la guerrilla urbana –es lo que es– que asola Barcelona por las noches.
Meritxell Batet tuvo la mejor intención, pero su iniciativa va a permitir que buena parte de los apoyos del Gobierno, «indepes», nacionalistas y radicales de izquierda, protagonicen, con su ausencia de los actos, otro desaire al rey Felipe VI, invitado a presidirlos y al propio Pedro Sánchez, con la duda hasta el final del comportamiento del vicepresidente Iglesias y los suyos. Todo se celebra con la ausencia del rey Juan Carlos, que fue quien de verdad desbarató la asonada militar y garantizó la democracia. Sus errores personales posteriores, por importantes que fueran, no cambian la historia. Tejero y sus cómplices, milicos y civiles, que de todo había, fracasaron porque don Juan Carlos les hizo frente. Todo lo demás es literatura y la ausencia –ni tan siquiera ha sido invitado– del rey emérito en el acto de hoy resulta tan esperpéntica como las imágenes reflejadas en los espejos del Callejón del Gato no muy lejos del Congreso, en la Carrera de San Jerónimo, que inspiraron a Valle Inclán para describir una «realidad deformada», quizá como la actual, en la que ahora arde Barcelona y el personaje es un rapero de cuarta. Los intentos de golpes de Estado, se condenan y ya está.
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