Venezuela
Maduro abraza su condición de paria
La salida de la embajadora europea evidencia la falta de herramientas de un régimen aislado y arrinconado en la escena internacional
Nicolás Maduro ordenó esta semana la expulsión de la embajadora de la UE en Venezuela, Isabel Brilhante Pedrosa. Es la segunda vez en ocho meses que el régimen chavimadurista declara persona «non grata» a la representante comunitaria. Maduro aprieta el botón del pánico en represalia a las sanciones europeas contra 19 funcionarios de la Asamblea Nacional, la judicatura y el Consejo Nacional Electoral. Esta vez, a diferencia de la anterior, no se intuye que el dictador vaya a retractarse. Tanto es así que la UE ha respondido con la misma moneda y ha suspendido de sus funciones a la embajadora venezolana en Bruselas, Claudia Salerno.
«Nosotros no queríamos hacer eso, pero no podemos aceptar que nadie venga a ofender o agredir a Venezuela», aseguró Nicolás Maduro horas después de que el canciller venezolano, Jorge Arreaza, entregase personalmente la carta de expulsión a la embajadora comunitaria. El canciller también se reunió con el agregado de Negocios de la Embajada española, Juan Fernández Trigo [todavía no ha sido nombrado el sustituto del embajador Jesús Silva, relegado por sorpresa el pasado mes de noviembre, a pesar del peso de la crisis de Venezuela en la política exterior española y europea] y con los embajadores de Francia, Alemania y Reino Unido, a los que entregó una «nota de protesta formal» por orquestar, a su juicio, el ataque contra la república bolivariana.
Gana el sector duro
Maduro da este golpe en la mesa para calmar al sector más ortodoxo y duro del chavismo soliviantado por las sanciones pero este gesto, irreflexivo quizás, es un ejemplo, a su vez, de su propia debilidad. Para el destacado ex chavista y politólogo Nicmer Evans, «la arremetida contra la embajadora de la UE en Venezuela pone en evidencia la incapacidad del Gobierno de Maduro para reaccionar ante la presión internacional». Muestra, asimismo, la falta de herramientas diplomáticas por parte del régimen para responder a las sanciones a individuos por minar la democracia o violar los derechos humanos. «Está claro que la política final de Maduro es arrinconar la resolución del conflicto venezolano en el terreno que domina, dentro del territorio venezolano, para reducir la posibilidad de pérdida de control, pero esto sin duda trae como consecuencia el aislamiento internacional y la falta de legitimidad ante la ausencia de una mediación consensuada para negociar salidas a la crisis del país».
El aislamiento de Maduro ha ido pronunciándose desde que en enero de 2019, sesenta países, entre ellos España, reconociese a la Asamblea Nacional y a Juan Guaidó como única autoridad legítima en Venezuela. ¿Le incomoda al dictador su condición de paria internacional? No parece siempre y cuando pueda seguir manteniendo su sillón en el Palacio de Miraflores pero puede abrir vías de agua en su entorno. Maduro, avalado por el sector más extremista del régimen, emprende una «huida hacia adelante, forzando la barrera de la intolerancia y el aislamiento».
Unidad como estrategia
Con la última ronda de sanciones, la Unión Europea pone en valor ante la dictadura venezolana la defensa de los derechos humanos y del sistema democrático. No son palabras huecas. La decisión de seguir adelante con las elecciones amañadas del 6 de diciembre tiene sus consecuencias. Hasta qué punto nos enfrentamos a un enquistamiento irreversible o no, del conflicto venezolano se decidirá en gran medida por la capacidad de la oposición de reunificarse y hablar a una sola voz. El denominado G-4, que agrupa a Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y un Nuevo Tiempo, debe integrar al sector posibilista encabezado por Henrique Capriles. A estas alturas todos los grupos y grupúsculos de la oposición venezolana –a excepción quizás de María Corina Machado– asumen, con variaciones, pero asumen que la salida a la crisis será negociada o no será. La UE y Estados Unidos presionan y presionarán en esta dirección.
Salida negociada
Evans conoce bien el chavismo. Fue del PSUV, se retiró en 2013, y ha estado encarcelado durante dos meses por «instigar y promover el odio». Salió libre en la amnistía de este verano. Desde el Movimiento por la democracia y la inclusión, cree en que se puede avanzar hacia una resolución del conflicto con una estrategia del palo (sanciones) y la zanahoria (negociación). «Debe combinarse la lucha por unas condiciones electorales con la utilización de las sanciones heredadas, aún a pesar de haber sectores que no estuvimos de acuerdo con castigar al país, sino solo a los individuos responsables de la violación de derechos humanos y del desfalco de más de 600.000 millones de dólares en los últimos 22 años. La flexibilización de las sanciones a cambio de condiciones democráticas para el desarrollo de un Referéndum Revocatorio. Estoy seguro que es un paso firme, viable, realista, que solo se logrará con negociación y estrategia», sostiene Evans.
La situación es urgente. Leopoldo López en un artículo en LA RAZÓN describía con acierto la dictadura como una tragedia global. Venezuela está hundida en una depresión política, social y económica después de dos décadas de socialismo del siglo XXI que han dejado al otrora país bendecido en recursos naturales y oro negro en la bancarrota. El país caribeño sufrirá su séptimo año en recesión, con una cesta de la compra disparada por la carestía de los alimentos y unos salarios cada vez más bajos que dejan una hiperinflación de cuatro dígitos. En un paraíso petrolero, los venezolanos hacen cola para poner gasolina. El mundo al revés.
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