Pandemia
Voces de la ciudad
«El silencio que nos sobrecogió hace un año cede espacio a la palabra vacuna»
No hay nada como pasear por una ciudad para conocer el mundo. Recorrer sus calles, rememorar a través de las fachadas de sus edificios, descifrar a los viandantes, descubrir los ritmos que modulan la urbe. Y escucharla. Las voces que, en un juego de sinestesia, como de cruce de sentidos, permiten ver más allá. Dickens y Victor Hugo ya percibieron, en el siglo XIX, que la vida urbana apuntaba todos los cambios en la historia social, tal y como señaló el filósofo Walter Benjamin que indicaba que no había en sus obras «un tema tan merecedor de atención como la multitud». Lo trascendente de Londres y París, que crecían y crecían, captado en un paseo: el paradigma del «flâneur», esa mística de quien es capaz de percibir las esencias de lo que le rodea, que va sin rumbo por la ciudad y que tuvo a Baudelaire como máximo exponente. Un siglo después, Vivian Gornick recogió el testigo: los paseos por (su) Nueva York (sola, con su madre o su inseparable amigo Leonard) la han conectado con la expresividad humana y la enlazan con la larga tradición en la que la escritura, la comprensión humana y el caminar no pueden entenderse aislados, sino como un todo. Así que, aunque no estamos en Nueva York ni podemos acompañar a Gornick en su deambular, el Madrid de la pandemia, el del final de la tercera ola, se convierte en metáfora del cambio si se le pasea y se le escucha con detenimiento: recupera ritmo, como si se fuera llenando, y los susurros de los confinamientos y de los días a medio gas se van animando hasta transformarse, de nuevo, en voces. Y marcan un rumbo claro: en una terraza («Ayer vacunaron a mi sobrina que es médico»); en la cola de un museo («No sé cuándo nos tocará a nosotros. Parece que será en abril»), o respetando el rojo de un semáforo («A mi madre la han citado esta semana»). Voces, voces, voces. Vacunas, vacunas, vacunas. Escuchar la ciudad, como hacía Gornick («De lo que no puedo es prescindir de las voces», repite), es un buen indicador para lograr que el silencio que nos sobrecogió hace un año ceda espacio a las palabras, poderosas incluso tras las mascarillas. Las voces nos anuncian, invocando a la vacuna y su esperanza, que la vida pide paso.
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