Manifestación

La Plaza de Colón

Se trató de un acto transversal, ni partidario ni partidista, en el que los partidos políticos dieron un paso atrás y acompasaron su voz a la de la sociedad civil, que fue la verdadera protagonista.

Plauto decía: «Pienso que aquel en quien el sentimiento de la vergüenza ha muerto, es hombre perdido». La izquierda lleva tiempo hablando de la foto de Colón. De hecho, esa imagen se ha convertido en uno de sus principales reclamos en la precampaña electoral de las elecciones madrileñas que tendrán lugar. Pedro Sánchez, que participa en la inusitada actividad política desatada por la convocatoria como si él mismo fuese el candidato de su partido, ha hecho varias alusiones a lo que él llama el Gobierno de Colón, un pronóstico que en realidad significa que da por perdidas las elecciones. Es extraño y sorprendente tanto recurso a la manifestación que tuvo lugar en la Plaza de Colón el 10 de enero de 2019. Y en el caso del PSOE resulta un acto inexcusable de gran torpeza política. Hagamos un poco de memoria. Aquella manifestación fue un evento popular, masivo, prácticamente festivo, al que asistieron miles de personas (200.000 según convocantes y 45.000 según la Policía). La cita se organizó de forma que no hubiera banderas de los partidos, tampoco sus logotipos. Y la agenda de la misma se diseñó de forma que no tomaran la palabra los líderes que acudieron. El único objetivo de la manifestación era proclamar, alto y claro, el compromiso y la defensa de la Constitución. Es cierto que la cita se convirtió en un auténtico clamor en contra de Pedro Sánchez, del Gobierno socialista y de las cesiones del Ejecutivo a los independentistas. El periodista Albert Castillón, que leyó un manifiesto junto a Carlos Cuesta y María Claver, cerró el acto expresando que «frente a aquellos que quieren destruir nuestra patria, estamos aquí para decir alto y claro que la unidad de España no se negocia». Se trató de un acto transversal, ni partidario ni partidista, en el que los partidos políticos dieron un paso atrás y acompasaron su voz a la de la sociedad civil, que fue la verdadera protagonista. Una manifestación a la que otro PSOE, el de otros momentos de la transición o el de anteriores gobiernos, hubiera asistido sin problema alguno. Resulta insólita la manipulación y tergiversación, e incluso la demonización y criminalización, de una manifestación pacífica en defensa de la Constitución y de la unidad de España, en la que la protagonista fue la sociedad civil. Este ataque lo que demuestra de forma inequívoca, es que la izquierda que se presenta en Madrid como alternativa a un Gobierno del Partido Popular ni cree en España ni defiende la Constitución ni entiende lo que es la sociedad civil. La pregunta es cómo se puede desvalorar un acto de defensa de España y su Constitución por parte de aquellos que llegan a acuerdos expresos con lo peor de la clase política española, el trasnochado comunismo, el irredento independentismo o los herederos de ETA-Batasuna, ¡Hay que tener desvergüenza y desfachatez!; algo que solo desde la más abominable amoralidad se puede hacer. El que no quiere ni defiende a España no puede ni gobernar España, ni este machadiano rompeolas de todas las Españas que es Madrid.