Comunidad de Madrid
Mientras tanto
Y ahí estamos distraídos, enredados en debates superfluos y artificiales
Será por la primavera o será por este magma agrio y áspero que nos rodea y nos expulsa a destinos más confortables, pero no puedo dejar de pensar en el (probable) Caravaggio aparecido. Perdido durante siglos, varado, lejos de los focos del arte, su descubrimiento fascina al mundo desde el catálogo de una casa de subastas: prodigio de claroscuro y de intensidad efectista. Una obra desconocida y encontrada por una rocambolesca carambola de las que agita la vida. Esa que para John Lennon ocurría mientras se hacen otros planes o se está en otros asuntos o la que (casi) todos reconocemos en un convencido «empiezo este mismo lunes» o «la semana que viene lo hago sin falta». Periodos de inercia, como de estar ocultos en un trastero, en los que, en realidad, se apuntala el futuro. Y ahí estamos ahora, distraídos, indolentes, enredados en debates superfluos, en campañas artificiales. Procrastinando y poniendo fechas en rojo en el calendario, urna tras urna, después de las que, sí, todo se solucionará porque, por fin, se acometerán las reformas necesarias, se tomarán las decisiones que hoy no, hoy son imposibles, pero entonces seguro que llegarán. Intervalos en los que perdemos oportunidades y ganamos polémicas, que entretienen un rato, una tarde, unos días, pero que luego se desvanecen y dejan el mismo rastro de negrura que la nieve al derretirse en el asfalto. Deberíamos aspirar, en pleno arrebato pragmático, a mejorar la sanidad, el modelo educativo o el fiscal, empeñarnos en burlar la pandemia y sus agotadores aislamientos. Tanto por hacer. Y España conteniendo la respiración porque Madrid vota. Crispados y sobreactuados: algunos hacen ruido, polarizan y llevan la realidad a sus extremos retorciéndola lo que haga falta, alejándola de la tercera España, de la que llena calles, conversaciones y cotidianidades, esperando a ser descubierta. Como el cuadro del genio infame del barroco que conjugaba su caótica manera de existir, lindando en excesos con el hampa y la delincuencia, con una apuesta firme por la verdad. Equidistancia la llaman hoy. Tendremos que esperar a que pase la primavera, esa que se cuela por dentro y lo agita todo, para encontrarla. Mientras tanto...
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