Elecciones Comunidad de Madrid

Deslegitimación preventiva

Cuando todas las encuestas coinciden en una rotunda victoria de Ayuso el 4-M, pero necesitando sumar los escaños de Vox para gobernar, unánime la izquierda corea polifónicamente que se comprometa públicamente a no gobernar con ese apoyo, dirigida por la factoría Redondo-Iglesias.

La respuesta a semejante estupidez es muy clara, pero si reinciden en clamar un cordón sanitario para esos votos, es por algo demasiado evidente: esta izquierda lleva en su código genético su nula convicción democrática cuando ésta es contraria a sus intereses. Todo lo que no les gusta es «fascismo», y hay que eliminarlo. En 1934 no les gustó que la CEDA, ganadora de las elecciones, estuviera en el Gobierno ¡por ser «fascista»!, y montaron un golpe de Estado que ocasionó miles de muertos, como precedente histórico, con permiso –es un decir– de Carmen Calvo.

Con ese recuerdo, amén de las jornadas del 11-M, con el numerito de las balas y la navaja y con lo visto en Washington en enero, su « alerta antifascista» no es algo extraño. La política nacional –y estas elecciones son un ensayo general– se ha radicalizado desde que emergió Podemos, y Sánchez lo convirtió en socio político preferente. Desde entonces, la violencia –y no solo la dialéctica– ha tomado carta de naturaleza entre nosotros, por desgracia. Del espíritu de la Concordia de la Transición, hemos pasado al de la aniquilación y el odio al diferente.

Por si acaso, ya han «deslegitimado» preventivamente al Gobierno de Ayuso con Vox. Por fascista.