Autonomías
Igualdad
Unas zonas son más decisivas que otras, y el voto de los ciudadanos de unos lugares cuenta mucho más que el de sus vecinos
El sistema democrático español es representativo. Obvio. Fue ideado para que las «autonomías» se organizasen de dos formas bien diferentes: como regiones o como nacionalidades. La idea quizás era que esa asimetría corrigiese posibles agravios (del pasado, serían), así que hay partes de España que disfrutan de un régimen foral y derechos históricos, mientras otras, llegado el caso, no pueden negociar, al contado, los gobiernos de España. Los votantes de Castilla-La Mancha, verbigracia, no son decisivos en el gobierno central, pero sí los nacionalistas del País Vasco o Cataluña (¡y Teruel!...). La Constitución y la ley electoral permiten que unas autonomías, calificadas de históricas, establezcan pactos en los gobiernos muy frágiles –como el actual–, mientras el resto (igualmente históricas, aunque no constitucionalmente históricas) pintan poco. El sistema conviene a unos, mientras los otros se conforman pensando que disfrutan de aquel «café para todos» que les prometieron hace cuarenta años. Pero lo cierto es que se ha instaurado la desigualdad política (¿federalismo asimétrico, distorsión injustificable…?), pretendiendo hacer de una desigualdad, supuestamente «reparadora» o reformadora, la base constituyente de una promisoria o idílica igualdad que no existió en el pasado (cuando se redactó la Constitución), no existirá en el futuro, y lo peor: no consta en el presente. Hay una clara sobre-representación de unas comunidades respecto a otras (nacionalidades versus regiones), y de unos territorios en relación con otros (las zonas menos pobladas tienen mayor representación en Cataluña, por ejemplo, y en otros lugares: lo que sesga el sentido ideológico del voto…). Podría decirse que este sistema de compensaciones ha generado desequilibrios que, después de cuarenta años, han hecho de la España política un país estresado, agrio, feble y empobrecido. Unas zonas son más decisivas que otras, y el voto de los ciudadanos de unos lugares cuenta mucho más que el de sus vecinos… En 2011, la extinta UPyD, en toda España, obtuvo un millón cien mil votos; el PNV, en tres provincias, algo más de trescientos mil. Les correspondió el mismo número de escaños: 5. Y es evidente que eso de la «igualdad», en la práctica, ha quedado para nombre chuli de Ministerio..
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