América Latina

Un fracaso en las reformas, entrega Perú a la extrema izquierda

Gran parte de este siglo, Perú se destacó en América Latina como un éxito. La economía creció a una tasa promedio anual del 5,6% entre 2001 y 2016, mientras que la proporción de quienes viven por debajo del umbral de pobreza nacional cayó de más del 60% al 21% durante el mismo período. La desigualdad también se redujo, ya que los ingresos de las personas que viven en los Andes, durante mucho tiempo la zona más pobre, crecieron más rápido que el promedio nacional. Al igual que Chile y Colombia, a los que también les fue bien económicamente, Perú siguió políticas económicas de libre mercado y un crecimiento impulsado por las exportaciones, evitando el proteccionismo estatista que ha frenado a Argentina y Brasil.

El progreso se ha detenido en gran medida, primero debido a los conflictos políticos que produjeron cuatro presidentes (y ocho ministros de Finanzas) en cinco años. Luego vino la pandemia, que mató a 190.000 peruanos y empujó a tres millones a la pobreza. Ahora, el futuro de Perú ha sido tomado como rehén por una polarizada segunda vuelta electoral. Con casi todos los votos contados, Pedro Castillo, maestro de escuela rural, agricultor de subsistencia y líder sindical, vencía por la mínima a Keiko Fujimori, la hija de Alberto Fujimori, el conservador que gobernó como autócrata en los noventa. Ninguno de los candidatos es un modelo de democracia.

Castillo representa un grito por la justicia social de Perú que se ha sentido dejado atrás, particularmente durante la pandemia. Es un admirador de Evo Morales, el ex hombre fuerte socialista de Bolivia; su partido está dirigido por un apologista del comunismo cubano y la dictadura de Venezuela. Tiene poca experiencia política previa, ha concedido pocas entrevistas y escasa indicación de cómo y con quién gobernaría. Fujimori tiene mucho bagaje: cuando su partido obtuvo la mayoría en el Congreso de Perú en 2016-2019, buscó sabotear un Gobierno electo, destruir valiosas reformas educativas y capturar instituciones independientes. Pero atrajo el apoyo de muchos que temen una aventura de izquierda.

Perú ahora enfrenta varios peligros. El primero es una pelea por el resultado, que no podrá declararse hasta dentro de unos días. Fujimori ha denunciado imprudentemente un fraude electoral, sin pruebas serias. La victoria de Castillo, suponiendo que se confirme, plantea otros dos riesgos. Uno es que sigue el guión populista de izquierda sobre el que hizo campaña: la nacionalización de las minas y la convocatoria de una asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución que podría permitirle tomar el poder casi absoluto, como hizo Morales. Dado que su mandato será endeble (obtuvo solo el 15% del total de votos en la primera vuelta) y solo puede contar con 42 de los 130 miembros del Congreso, que tendría que autorizar una asamblea, eso podría ser difícil. Pero si compra popularidad, por ejemplo, apoderándose de una mina o de las reservas del banco central, es posible. El otro, más probable, es el riesgo es un Gobierno débil e incompetente que socava los cimientos de la estabilidad económica y provoque una prolongada crisis. El sol, durante mucho tiempo una de las monedas más estables de la región, ya ha perdido un 8% de su valor frente al dólar este año.

La esperanza es que Castillo se dé cuenta de que para gobernar el país necesita apelar a la mitad que lo rechazó. Para lograr la mejora que quiere en la vida de los peruanos más pobres del interior se requiere una economía creciente. Hay un precedente. En 2011, los peruanos eligieron a Ollanta Humala, un ex oficial del Ejército que había hecho campaña contra el «modelo» económico. Su Gobierno introdujo algunas reformas mientras mantenía la economía. Pero Castillo tiene menos conocimiento del mundo y menos tiempo para adaptarse que Humala. Cómo llegó Perú aquí es una lección de cómo desperdiciar el progreso. Desde hace mucho tiempo quedó claro que el país necesitaba complementar su economía de mercado con un Estado más eficaz para proporcionar servicios públicos mucho mejores, entre ellos la atención de la salud. Diversificar la economía lejos de la minería requiere invertir más en personas, innovación e infraestructura. En cambio, el «establishment» conservador se opuso al cambio.El mismo fracaso ha sumido a Chile y Colombia en el malestar. Como hemos subrayado en estas páginas, la polarización, la fragmentación y el populismo también están afectando a los gigantes de América Latina, Brasil y México. Pero el caso de Perú, con 18 candidatos en la primera vuelta, y luego una elección entre dos extremos en la segunda, es especialmente severo. Puede que todavía exista una mayoría moderada en Perú.