Opinión

El cuaderno de Chapu Apaolaza: A cara descubierta

Pedro Sánchez ha anunciado que el 26 de junio dejaremos de llevar la mascarilla en exteriores y lo ha comunicado él porque era duro decírselo a la gente, pero ahí está el presidente del Gobierno para comerse un marrón. Si Sánchez ha corrido a dar la noticia, es señal de que la noticia es buena, pues siempre se aparece cuando las cosas van bien. El sanchismo funciona como esos líquenes que solo crecen sobre los árboles y las piedras cuando el aire del bosque es puro. Así, cuando andaban los camareros por la calle poniéndose los dedos sobre las sienes como si fueran una pistola, desapareció y se hizo carne de nuevo para la vacuna y para el fin de las mascarillas. Lo venían pidiendo las comunidades autónomas y no se debatió porque tenía que anunciarlo Sánchez y comerse él el marrón, como digo.

Lo importante es que viene mi Españita a que le veamos de nuevo la cara, los surcos de los lagrimones y las marcas que ha dejado en su cara la pena, la soledad y el cansancio. Quiero ir con ella a cara descubierta al paseo del domingo, a la terraza de la cafetería y también a la cola del paro, del hambre del ‘cuando esto pase’ y de la esperanza exigua, al borde del precipicio también y a poner flores en las tumbas de aquellos muertos tan solos. Quiero acompañarla a ir por ahí a silbar de nuevo,  verla reír sola, hablar sola y cantar sola y a buscar el pintalabios, pues hace tanto que no lo usa que no sabe ni dónde lo tiene.

Corro con ella a saludar a la gente de nuevo con una sonrisa aunque sea falsa, a tirar un beso y a sacar la lengua, y no esta cosa de gritar por la calle “Hola” y tener conversaciones con los vecinos hablando tan alto en la acera que parece que uno habla de encontrarse con un extraterrestre. Vamos a dejar de levantar mucho las cejas de dar cabezazos y hacer reverencias a todo quisque como si fuéramos un embajador japonés.

De las lecciones que dicen que aprenderemos de la pandemia aspiro a no aprender ninguna. Solo pretendo olvidar todo esto esto que no ha pasado, pero reconozco que ver a esta nación pasear con la mascarilla en la soledad de la playa, del parque o de la montaña ha supuesto una muestra de la mayor de las disciplinas y también del mayor de los absurdos.

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