Pedro Sánchez
La hora de retratarse
Ni cuelan ya las performances ni los intentos por tensar la cuerda, salvo –claro está– que los dirigentes en activo quieran probar como Pablo Iglesias las tijeras del peluquero
El sondeo que este periódico publicaba en el arranque de la semana, justo después de concretarse los indultos a los condenados del «proces» pero también con elementos añadidos al cóctel demoscópico como la doble «medalla» autoimpuesta por el Gobierno a propósito de la bajada en el IVA de la luz y la posibilidad de transitar sin mascarillas, además de fijar una tendencia desde el pasado 4 de mayo, parece haber desterrado –al menos por el momento frente a una ciudadanía hastiada y castigada en la salud y el bolsillo– cualquier esperanza para quienes hacen de la confrontación y la tensión política su mejor modo de obtener plusvalías electorales. La lección de los comicios madrileños celebrados hace poco menos de dos meses fue clara. Los españoles están cansados de «milongas» a propósito de la disyuntiva fascismo-democracia, extrema derecha-progresismo y señalan a sus dirigentes la tarea de, al menos intentar el diálogo sin unas trampas, tretas y propagandas de manual copiado a popes norteamericanos que ya empiezan a dejar en «pelota picada» a más de un gurú del cortoplacismo.
Que Salvador Illa trate de impulsar una mesa de diálogo entre partidos con el parlamento catalán como referencia dando cabida y carta de normalidad a las formaciones constitucionalistas es tan de tener en cuenta como la propia disposición de PP y Ciudadanos a formar parte de la misma y muy a pesar de los intentos del separatismo por interrelacionarse con el Estado solo de igual a igual. Tampoco a Pablo Casado le está resultando fácil lidiar con el miura de la moción de censura trampa a la que le empujan las derechas contiguas. VOX necesita agitar como nunca el tablero político para seguir haciendo pie, una maniobra cómoda pero altamente arriesgada a la que tampoco escapan desde el otro extremo izquierdas como la radical madrileña que, sin llegar ni a respetar los primeros cien días de gracia de la presidenta Díaz Ayuso, ya le ha montado –así, de bienvenida– nada menos que treinta y dos actos de protesta entre concentraciones y manifestaciones –casi a dos por día– desde que por segunda vez fuera investida hace muy pocas jornadas.
Sondeos como el de NC Report son inmisericordes y sobre todo señalan un camino. Ni cuelan ya las performances ni los intentos por tensar la cuerda, salvo –claro está– que los dirigentes en activo quieran probar como Pablo Iglesias las tijeras del peluquero.
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