Memoria histórica

Kichi, alcalde del odio

Por fortuna, aunque lentamente, se extiende la comprensión popular sobre la llamada memoria histórica, que no es ni una cosa ni la otra, sino una manipulación sectaria del pasado

Juancho Ortiz, presidente del Grupo Municipal Popular del Ayuntamiento de Cádiz, declaró: «Kichi es el alcalde del odio y el revanchismo». Así lo había demostrado, una vez más, al retirar la placa conmemorativa de la casa donde nació José María Pemán, ilustre hombre de letras gaditano, en la calle de Isabel la Católica. Como escribió Pepe Lugo en LA RAZÓN: «Kichi en Stalin puro, Memoria Histórica más de cuarenta años después de la muerte de Franco y todo adobado por la indigencia moral e intelectual del alcalde de Podemos, al que le viene grande la ciudad trimilenaria».

He comentado en estas páginas la asimétrica historia del odio progresista, porque jamás se considera que los delitos de odio puedan ser de izquierdas: están pensados para demonizar a sus críticos. Y, sin embargo, los pretendidos progresistas demuestran su propensión al odio de manera reiterada. De hecho, en Andalucía, y concretamente en Cádiz, la persecución a Pemán lleva ya tiempo, porque el Ayuntamiento quitó su nombre al Teatro Pemán y retiró su busto del consistorio. José María González ha hecho lo mismo con el Rey Emérito Juan Carlos I: quitó su nombre de la avenida que lo llevaba y retiró también su busto.

Por fortuna, aunque lentamente, se extiende la comprensión popular sobre la llamada memoria histórica, que no es ni una cosa ni la otra, sino una manipulación sectaria del pasado para promover una agenda política liberticida en el presente. No es que les dé igual la historia real: es que la quieren cambiar. No es que ignoren la transición: quieren acabar con ella. Para eso el recuerdo de Pemán tiene que ser desterrado, para que olvidemos que durante la dictadura fue apreciado por los comunistas, que, al revés del señor Kichi, no lo consideraban un franquista irredento.

Recordó Pepe Lugo ese momento de Pemán que simboliza la transición, cuando él y Alberti, nada menos, se fundieron en un abrazo en Cádiz, «sellando así una reconciliación que ahora quieren romper».

Concluyó Ortiz: «Si hay algo que recuperar en esta ciudad es el espíritu de unión y consenso entre todos los gaditanos, sean de la ideología que sean, para desterrar el sectarismo y el odio que desgraciadamente el alcalde se empeña en hacer santo y seña de su acción política».

En efecto, de eso se trata. De odio.