Opinión

Messi nos retrata

Nos merecemos una y siete pandemias de cogotazos para ver si espabilamos

España entera cabía en un chiste de Mingote cuando había inteligencia y sentido del humor, que una cosa lleva a la otra. Para caricaturizarnos, bastaban tres o cuatro trazos y dos frases ingeniosas que daban cobijo a millones de españoles cada día. Porque con las esquelas, la caricatura es lo que mejor nos retrata cuando nos ponemos estupendos, que es cada dos por tres. Quintero le preguntó a Gala qué género literario nos definía mejor y el escritor cordobés (sic) respondió sin dudarlo que la farsa.

En este erial de mal gusto, donde campan los memes y los egos de porcelana, andamos como locos para encontrar un espejo en el que mirarnos para saber quiénes somos. Lo hacemos diariamente con cara de lelos, como la madrasta de Cenicienta le preguntamos al móvil quién es el más guapo del corral sin que la dichosa maquinita “tragavidas” nos responda nada inteligente.

Lionel Messi sí lo ha logrado, protagonizando un culebrón de verano ridículo: millones de euros de por medio, traiciones, malvados poderosos y víctimas colaterales que se sienten traicionadas por el adiós del ídolo. Que la salida de un jugador provoque una ola de odios y afectos de dimensiones bíblicas explica hasta qué punto el lodazal nos atrapa. Falto de recursos expresivos y con un discurso que roza lo infantil, sus lágrimas ante las cámaras nos reflejan como sociedad, mostrándonos cuáles son las grandes pulsiones de un país que se paraliza por completo ante un señor que en plena madurez profesional no es capaz de articular dos frases seguidas ni de controlar las emociones más primarias.

“Todos somos Messi”, he llegado con estupor a leer. En este adiós de opereta lamentablemente cabemos en nuestra integridad, memos perdidos, rasgándonos las vestiduras por un señor con la vida resulta que pocas horas después de sollozar dice vivir en la más absoluta de las felicidades. Nos merecemos una y siete pandemias de cogotazos para ver si espabilamos. El virus del fútbol, inoculado para que seamos más lelos cada día, no tiene vacuna que nos permita verlo como el genial deporte que fue; ahora ya se ha mostrado como el verdadero “Soma” de nuestro mundo infeliz, infantil y volátil. Gracias Lionel.