Literatura

La escritura y la furia

Hay que escribir a la contra de todo excepto la bondad y sobre todo, ante todo, hay que escribir contra uno mismo

Juan Abreu explica en una entrevista deslumbrante que sólo le interesan los escritores a los que anima la furia. Abreu tiene libro nuevo, «Eros y política», que arranca como un carnaval lúbrico y desemboca pronto en un análisis desprejuiciado, brillante y abrasivo de nuestra clase dirigente. Sostiene el autor de origen cubano, exiliado de todas las tiranías, rebelde con causa, que no hay territorio más libre y fraterno que el del sexo, así sea por un instante fugaz. Respecto de la furia, entiende que no existe mejor combustible para animar el pensamiento y el estilo. Hay que escribir como quien dispara. Como quién rompe a patadas las cristaleras del lugar común, la frase hecha y el porqué más fofo de las cosas. Como una canción animada por el despecho o un canto al desamor y la venganza, hirviendo bajo una capa de boleros helados. Hay que escribir como Abreu, sí, o sea, a bayoneta calada contra las patrias, las tribus, las banderas, la masa enfurecida, la aristocracia, la turba, los artistas subvencionados, los tertulianos comatosos, los banqueros, los famosos y los idiotas que odian a los famosos. Hay que escribir a la contra de todo excepto la bondad y sobre todo, ante todo, hay que escribir contra uno mismo. A cañón tocante contra tus propios sesgos, tus miedos, tu prejuicios y ambiciones. Hay que escribir, repito, como el autor de «Emanaciones», que aprendió el oficio acuciado por el magisterio de Reinaldo Arenas. La furia y el ruido se le descorchan por el folio en cuanto alguien tontea con una revolución que hizo metástasis, destino de todas las revoluciones que no asumieron la necesidad de abandonar el mesianismo e inaugurar la democracia. A veces Abreu dice cosas que no comparto, a contrapelo o contracorriente de mis amores o querencias, y yo se lo agradezco porque si la escritura no abre boquetes, si no molesta, enciende o quema, no es literatura sino mecanografía, tal y como le explico el malvado y genial Capote al pobre Kerouac. Busquen «Eros y política», busquen «Debajo de la mesa». La inteligencia, la mala hostia con brújula y la escritura que hiere y revuelve, coloca y cauteriza, animan sus páginas.