Marruecos

Delicada vecindad

La relación de los sucesivos gobiernos españoles con Marruecos nunca ha sido ni fácil ni indolora, pero ello no quiere decir que las cartas principales no hayan estado siempre boca arriba

Si hay dos estados vecinos que, por motivos geoestratégicos, políticos, económicos y hasta culturales están condenados a entenderse por muy controvertida que sea su relación y por muy afilados picos de sierra que experimente la misma, esos son los reinos de España y de Marruecos. El presidente del Gobierno Pedro Sánchez ya lanzó su guiño…o algo más con la pasada remodelación de su gobierno mostrando la puerta de salida a la ex ministra González Laya, –cuya experiencia diplomática no se correspondió con su tacto frente al vecino alahuí– y nombrando al actual titular José Manuel Albares, un convencido del carácter vital que supone la relación con el Magreb y ya con la mochila preparada para –incluido un viaje oficial a Rabat– cerrar la media docena de gestos que el estado marroquí espera de España, ponderada la «cabeza» de la anterior titular de exteriores. Gestos que serían convenientemente correspondidos por el vecino del sur «aflojando» la mano sobre el dentista. Nada nuevo ahí bajo el sol.

La relación de los sucesivos gobiernos españoles con Marruecos nunca ha sido ni fácil ni indolora, pero ello no quiere decir que las cartas principales no hayan estado siempre boca arriba. Felipe González y José María Aznar protagonizaron altibajos con el reino africano –siempre dispuesto a tirar de los mismos registros a la hora de encarar a España– con episodios como la presión ejercida sobre el presidente socialista a cuenta de la reivindicación sobre las plazas de Ceuta y Melilla, o el órdago al ex presidente popular con la invasión del islote Perejil, pero la cuerda siempre ha acabado por destensarse, tal vez porque, a diferencia de la etapa actual la política exterior de nuestro país no dependía de factores como la obstinación por no contravenir al socio podemita del gobierno en cuestiones de este calado.

José Manuel Albares, experto en tareas diplomáticas y decepcionado al comienzo de legislatura por no habérsele ofrecido un ministerio que esperaba de primeras, tiene la oportunidad de comenzar a demostrar fuera de nuestras fronteras, que España es un socio fiable y que la presencia de Podemos en el gobierno no puede contaminar esa condición. Recuérdese que Marruecos es tan socio o más de Estados unidos como la propia España y que –repárese en ello– el presidente Biden no ha paseado unos interminablemente incomodos segundos con Mohamed VI, sino que han hablado ya en varias ocasiones. Nunca es tarde para rectificar, claro está sin doblar la cerviz.