Papa Francisco
Arreglar el mundo
Esto de pedir perdón con un sentido político se ha puesto de moda en nuestro mundo contemporáneo
Según parece, para arreglar el mundo no hay nada como pedir perdón y dar la razón a esos sátrapas que ostentan el poder fundamentándolo en una reinvención del pasado, redentora de toda responsabilidad presente. Esto es lo que ha hecho el Papa Francisco con respecto al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), al participar en el centenario de la independencia mexicana con una misiva, leída en el Palacio Nacional por el arzobispo de Monterrey, en la que pedía perdón por «los pecados personales y sociales que no contribuyeron a la evangelización», a la vez que abogaba por una «purificación de la memoria» que sería fruto de una «relectura del pasado». De esta manera, Francisco –que, por cierto, no participó en ninguno de esos supuestos pecados ni guarda recuerdo alguno de los acontecimientos cuya memoria pretende sanear– se alineaba con las tesis populistas y reduccionistas de AMLO, quien achaca los graves problemas por los que atraviesa México a la herencia dejada por la conquista española. Sin duda, esta carta le habrá servido al Papa para estrechar sus relaciones con el gobierno mexicano y aliviar las tensiones que, desde la Revolución, han existido entre la Iglesia y el Estado. Pero, lo ha hecho pegándonos un capón a los españoles de ahora que nunca intervinimos en tales cuitas.
Esto de pedir perdón con un sentido político se ha puesto de moda en nuestro mundo contemporáneo. Se dice que, combinándolo con una memoria adecuada –inventada–, aplana los conflictos del pasado y minimiza su proyección en el presente. Y sirve de remedio psicológico para quienes se consideran herederos del sufrimiento que tales disputas provocaron. Una reparación falseada pero eficaz, como muestra lo del Papa y AMLO. Sin embargo, los que no tenemos nada que ver con eso estamos perplejos, pues tal solución nos atribuye una turbadora responsabilidad pretérita. En un momento crucial de la película de Basilio Martín Patino «Nueve cartas a Berta», su protagonista se pregunta: «¿Y por qué tengo yo que arreglar el mundo?» Es la misma inquietud que me ronda desde que Francisco, sin conocerme, decidió hablar en mi nombre.
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