Historia

Tucídides y Tordesillas

La pieza clave del entendimiento hispano portugués fue el Tratado firmado en la vallisoletana villa de Tordesillas en el verano de 1494, es decir dos años después del Descubrimiento

Ángel Tafala

Confío me perdonarán si les recuerdo algo obvio para muchos de Uds.: que Tucídides fue un filósofo de la Historia que encontró su inspiración en la enorme tragedia griega de la guerra del Peloponeso que trajo la ruina especialmente a su Atenas natal. De la guerra todo el mundo tiene una idea intuitiva –como sobre el amor, la verdad o la maldad– aunque pocos se atrevan a abstraer lo que observan para deducir conceptos aplicables al próximo conflicto. Tucídides fue uno de esos pocos genios. Por ejemplo, estableció que las naciones van a la guerra tan solo por tres causas: temor, honor o codicia. Y también identificó las fuerzas estructurales que empujan al choque a una potencia emergente contra otra establecida. Este último fenómeno ha sido bautizado –ya contemporáneamente– por el profesor Graham Allison como la «Trampa de Tucídides». En su obra magistral «Destined for war» el profesor Allison se centra en el estudio de las fuerzas que empujan a los EEUU contra China y lo hace analizando y comparando dieciséis rivalidades históricas de la Trampa de Tucídides. De ellas, doce acabaron en guerra abierta; en tan solo cuatro ocasiones se logró evitar el conflicto bélico. Una de estas raras cuatro afortunadas ocasiones fue el potencial choque entre la España emergente de finales del siglo XV y un Portugal navegante y explorador que nos había adelantado, pero al que el descubrimiento de América desconcertó seriamente.

La pieza clave del entendimiento hispano portugués fue el Tratado firmado en la vallisoletana villa de Tordesillas en el verano de 1494, es decir dos años después del Descubrimiento. En este documento se trazaba una línea Norte-Sur (el previo tratado de Alcaçovas de 1479 la había dibujado Este-Oeste, al sur de las Canarias) de división entre las zonas de navegación, colonización y evangelización respectivas. Según Tordesillas, lo que estuviera más allá de 370 leguas a poniente de Cabo Verde (aproximadamente el meridiano 41ºW) correspondería a España mientras que Portugal podía continuar con su expansión hacia el Océano Índico costeando África y la actual India. Si quieren profundizar en Tordesillas les recomiendo el reciente libro del profesor Ramón Tamames «La mitad del mundo que fue de España» que describe magistralmente toda la fulgurante conquista del Imperio español. Por cierto que este Tratado no fue simplemente un acuerdo entre dos naciones para repartirse zonas de influencia sino que fue ratificado por dos bulas papales que basaban su legitimidad en la expansión de la fe cristiana. La máxima autoridad moral de la Cristiandad -generalmente acatada al tener en sus manos el terrible mecanismo de la excomunión contra los Reyes desobedientes– bendecía así la conquista. Excomunión que en la mentalidad de nuestros antepasados, privaba de legitimidad a un rey, pudiendo fomentar rebeliones internas.

La cita del Tratado de Tordesillas por el profesor Allison como un antecedente positivo para una de esas escasas ocasiones –4 de 16– en que se ha evitado caer en la Trampa de Tucídides, es un fuerte aliciente para que los españoles actuales sintamos un cierto orgullo patrio a la vez que imprime un deseo de trazar paralelismos con la presente situación mundial y muy especialmente con el conflicto chino norteamericano que se acerca peligrosamente. Pero personalmente veo arriesgado intentar aplicar Tordesillas directamente entre la emergente China y la potencia establecida en el Pacífico que son los EEUU. Cualquier delimitación geográfica posible entre ellos traería probablemente cesiones a China que pondrían en peligro a las naciones asiáticas aliadas con EEUU, especialmente a Japón, Corea del Sur y Australia pues no puede obviarse que Norteamérica está lejos de la zona en conflicto. Si EEUU sacrificara a sus aliados asiáticos, perdería su ventaja principal y su justificación de adalid de la democracia en que se apoya ideológicamente. Sin embargo, Tordesillas sí que podría ser un precedente útil en un acuerdo entre los EEUU y la Unión Europea, en la hipótesis, de que esta última saliera de su sopor geopolítico y se dotase de mecanismos de decisión estratégica y militar. ¿Llegará algún día ese momento de autonomía estratégica europea? Indudablemente esto no lo sabe nadie, pero en dicho supuesto, África podría llegar a convertirse en un punto de discordia entre unos agobiados EEUU temerosos de perder su hegemonía mundial y una Europa que necesita desesperadamente un continente africano estabilizado social, económica y militarmente para evitar que nos desequilibre a nosotros. Si Europa llega algún día a adquirir un poder geopolítico equiparable a su peso económico, Tordesillas podría inspirar un reparto mundial de responsabilidades geográficas, reservando África a la acción estabilizadora europea mientras los EEUU se concentran en mantener una hegemonía en el Indo Pacífico que detenga el expansionismo chino. Portugal y la España del siglo XV tenían mucho en común habiendo logrado engendrar una cultura –casi una civilización podríamos decir; una manera de entender el mundo y los valores universales– común. Ambas naciones ibéricas se habían forjado en los duros siglos de la Reconquista, que Portugal culminó antes y que iba a ser inmediatamente seguida por una expansión contra los antiguos enemigos de la fe o aquellos que la ignoraban en regiones remotas de los confines de la Tierra. Pero los hermanos también luchan entre ellos como la Biblia nos enseña con Caín y Abel. El cómo España y Portugal lo evitaron pudiera servir de inspiración a muchos.