Internacional
Cuba, tiranía socialista
Quien controla ese poder unitario del Estado es la oligarquía gerontocrática del partido
Hoy miles de cubanos saldrán a la calle a reivindicar las libertades que les ha secuestrado la dictadura castrocomunista. Algunos, desde España, deseamos mandarles ánimo y aliento a esos valientes que por reclamarle a la tiranía lo que les es propio, sus libertades, ponen en riesgo su seguridad e integridad física; otros como Juan Carlos Monedero, firmante de un vergonzante manifiesto en favor de la dictadura castrocomunista, han preferido ubicarse ideológicamente al lado de la tiranía. Porque sí, Cuba es una tiranía y conviene que, en medio de tanto propagandista blanqueador del régimen, le recordemos al mundo por qué es una tiranía. Y vamos a hacerlo a partir de las propias palabras del presidente-dictador de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y de la Constitución cubana de 2019. Primero, en una reciente intervención ante las Asambleas Municipales de Poder Popular, Díaz-Canel reconoció que en Cuba ni existe, ni se pretende que exista, separación de poderes: «En el mundo se habla mucho de la división de poderes –el poder legislativo está normalmente en las instituciones que aprueban ley, el poder ejecutivo en el gobierno y el poder judicial en los tribunales– pero en Cuba no se trabaja con la división de poderes: se trabaja con la unidad de poderes… a través de órganos que tienen funciones diferentes. Porque el concepto de poder que se usa en Cuba, en la revolución cubana, es el concepto de poder popular, el cual se construye sobre el concepto de soberanía popular. ¿Y cuándo hay soberanía popular? Cuando, como dice uno de los artículos de nuestra constitución, todo está en función del soberano. ¿Y quién es el soberano? El pueblo». Dicho de otro modo, Díaz-Canel está describiendo un régimen totalitario en el que el pueblo, según sea interpretado por sus órganos de representación, hace y deshace a su gusto con las libertades individuales. Si fuese estrictamente cierto lo que narra Díaz-Canel, Cuba sería una tiranía de la mayoría, donde las mayorías pueden ser aplastadas por el arbitrio de la muchedumbre. Pero es que ni siquiera es así. Si leemos el artículo 5 de la Constitución cubana, nos encontraremos con lo siguiente: «El Partido Comunista de Cuba, único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado». Es decir, que en realidad no es el pueblo quien manda, sino el Partido Comunista de Cuba, el cual se constituye no sólo de facto sino de iure en una institución paraestatal a la que se le subordinan tanto al Estado como el pueblo. Quien controla ese poder unitario del Estado ni siquiera es el pueblo cubano, sino la oligarquía gerontocrática del partido. De ahí que Díaz Canal justificara recientemente, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, la represión contra quienes se manifestaron el pasado 11 de julio y volverán a hacerlo hoy 15 de noviembre: «Los derechos no son ilimitados (…) Una manifestación deja de ser pacífica cuando los participantes acuden a ella con la intención de alterar la normalidad de la vida comunitaria y la paz social, con la pretensión de subvertir el orden constitucional y posicionarse como discrepancia al socialismo». Oponerse al Partido Comunista Cubano es inconstitucional. Cuba es una tiranía socialista.
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