Política

El gesto

Esto no es ideología, es una necesidad, una realidad

Hay una señora en Extremadura que ha vencido al infierno por tener la valentía de hacer un gesto. En un control policial aleatorio en Moraleja (Cáceres), los agentes dieron el alto a un vehículo, donde viajaba un matrimonio y un niño y, mientras estaban identificándolos, la mujer cerró su puño con el pulgar metido entre sus dedos. Gracias a un guardia civil que se percató, que se tomó el tiempo para saber qué significa ese gesto, gracias a su empeño y a su profesionalidad, ella pudo contarles al rato que estaba siendo amenazada por su marido y que había usado la fuerza física contra ella. Esto no es ideología, caballeros. Esto es lo que hay, sencillamente. Lo decía la otra tarde la actriz Sara Sálamo, premiada por su contribución desde la cultura a la lucha contra la violencia de género, mientras recordaba una relación tóxica de la que ella no era consciente, los miedos volviendo a casa sola o con su madre. Aún alejándote de todo ello, no estás a salvo, decía. A Sara la han acusado de cargarse la carrera profesional de su pareja, de ser la Yoko Ono del Madrid y de formar parte de un entramado feminazi en la que los pobres señoros se sienten indefensos. Esos señoros que llevan apuntados con boli gordo los casos de mujeres que se llevan a sus hijos sin el permiso de su marido, o que usan la violencia vicaria (que también las hay) con los críos que tienen con un hombre y que vienen a restregarnos por la cara ese sufrimiento como si eso hiciera a los maltratadores y asesinos mejores personas, como si esto fuera una competición entre bandos, como si el dolor fuera una unidad de medida. Señoros que niegan la violencia vicaria, que creen que esto que hacemos las mujeres para protegernos es un ajuste de cuentas, que engordamos los datos de maltrato para sacar provecho. ¿Provecho de qué? ¿Quién puede sacar provecho después de haber sobrevivido, en el mejor de los casos, con tantas heridas? Lo dijo Sara también mientras recogía su premio: «Antes de tener ideología política ya había tenido miedo». Esto no es ideología, es una necesidad, una realidad. Y ahora, sigan diciendo que somos unas amargadas que necesitan un buen polvo.