Economía

Biblia y capitalismo

Con tanto camelo anticapitalista termina uno desbarrando como los fascistas y los comunistas que subrayan la incompatibilidad entre la Biblia y el capitalismo

El pensamiento único se regodea señalando que la OCDE, el BCE o el FMI recomiendan subir los impuestos, insistiendo en que no son «sospechosos de antiliberalismo», cuando en realidad jamás han pedido que bajen los impuestos. Algo parecido sucede con el «Financial Times», definido como «biblia del capitalismo».

Lo probó una vez más «El Semanal» de ABC, entrevistando a Roula Khalaf, directora del FT, con este titular pleno de corrección política: «Fuimos demasiado lejos en el apoyo a las políticas de austeridad». Khalaf no pierde un segundo en señalar que sus puntos de vista coinciden con tantos gobernantes antiliberales políticamente correctos que, como ella, aseguran: «creemos en el poder del mercado libre, pero tenemos un problema con sus excesos». Como si los excesos del intervencionismo no fueran problemáticos. Lógicamente, tampoco pierde el tiempo en mirar las estadísticas y en preguntarse por qué será que tras tantos «recortes», resulta que ningún Estado ha reducido su tamaño de manera significativa.

Al final, con tanto camelo anticapitalista termina uno desbarrando como los fascistas y los comunistas que subrayan la incompatibilidad entre la Biblia y el capitalismo, como si fuera muy compatible con el anticapitalismo una religión cuyos Diez Mandamientos se dedican en apreciable porcentaje a defender la propiedad privada (cf. «Venerable síntesis liberal»)

Entrañables son esos antiliberales de izquierdas o de derechas, como Juan Manuel de Prada en la misma revista, que recurren a Adam Smith, llegando a sugerir que favoreció la usura, cuando precisamente propugnó el control de los tipos de interés, siendo por ello criticado por Jeremy Bentham en 1787. Incluso reprochan al escocés por haber supuestamente negado los impulsos sociales y comunitarios. Él, que empieza así su «Teoría de los sentimientos morales»: «Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de éstos le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada más que el placer de contemplarla» (Alianza Editorial, pág. 49).

Desprecian la economía muchos que cuidan el coste de leer. Pero ya lo dice, hablando de la Biblia, el Evangelio: «Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran» (Jn 21, 25).