Opinión

La Constitución de la Concordia

«Prefiero ser hijo de la Transición que nieto de la Guerra Civil». Esta declaración de Felipe González resume de manera tan sencilla como auténtica lo que fue el espíritu de reconciliación de la Transición, que hizo posible la Constitución de 1978 denominada con justicia y verdad, «la de la Concordia» tras la muerte de Franco en una cama de la residencia La Paz de la Seguridad Social de Madrid.

En efecto, tanto unos como otros, los de un bando y los del otro, quisieron abrir una nueva etapa de la Historia de España, que había vivido unos siglos XIX y XX entre guerras civiles, con las guerras Carlistas y con la que provocó el Frente Popular al asumir fraudulentamente el Gobierno de la Segunda República en febrero de 1936. Las diversas constituciones, con la excepción de la Restauración fruto del pacto de Cánovas y Sagasta, expresaron la correlación de fuerzas del momento, que duraban lo que duraba esa situación. Por ello, los constituyentes quisieron dejar atrás un siglo de rencores, odios y revanchas, y apostar por construir juntos un futuro en paz, democracia y reconciliación, aprendiendo de los errores del pasado. El franquismo creó una clase media que actuó de colchón amortiguador de los disturbios sociales que estuvieron en la génesis de no pocos conflictos políticos, y así se desarrollo la Transición.

Tres hitos marcaron ese periodo de tres años entre el 20 de noviembre de 1975 y el 6 de diciembre de 1978. En primer lugar, la Ley para la Reforma Política, aprobada por las Cortes franquistas en un acto de patriotismo que hay que reconocerles, y el referéndum subsiguiente. A continuación, las elecciones del 15 junio de 1977; y, en tercer lugar, la Ley de Amnistía aprobada cuatro meses después por las Cortes surgidas de esas elecciones.

La clase media apostó claramente por un proceso de reforma y no de ruptura, como quería la izquierda; dándole el voto a la UCD de Suárez, que ganó las elecciones y bajo el impulso de D. Juan Carlos apostó por una ponencia constituyente representativa de todo el arco parlamentario para elaborar el proyecto de Constitución.

Con ella en vigor han gobernado con absoluta normalidad la izquierda socialdemócrata y el centro derecha, que son hijos de la Transición. Ha sido así hasta la llegada de Sánchez, que accedió a La Moncloa y en ella permanece de la mano de un auténtico Frente Popular que nunca hubiera apostado por la reconciliación y habría hecho inviable el pacífico tránsito a la democracia. Pero la Constitución de la Concordia es más fuerte que ellos y les sobrevivirá.