Cocabrexit

En el parlamento británico más que el té de la cinco se toma la coca de las tres. Andan espídicos buscando quiénes aspiran algo más que política al servicio de Su Majestad la droga. De los doce baños, en once se han encontrado restos. Habría que ver quiénes usan el que está libre de pecado. La política ha demostrado ser unos gramos de farlopa en uno de los países que más castigan la tenencia de esa sustancia. Lo que está mal para el pueblo hace bien a Sus Señorías. La hipocresía como una de las bellas artes. Los vemos con sus trajes «british» de Saville Row que esconden un bolsillo donde cuadra una polvera, como un Sherlock Holmes sin lupa. Hay que estar muy hasta arriba para decir según que cosas, he ahí el Brexit que resulta el subidón de una noche lisérgica que desemboca en bajonazo.

De Westminster habíamos tenido noticias de personajes a los que le iba la disciplina inglesa lo que viene a rematar un perfil privado como de balconing, que es imaginar a Boris Johnson con medias de rejilla si es que las encuentra de su talla, pero esto de la coca le añade un toque de delincuente «yuppie» por más que los «yuppies» sean del siglo pasado. Una cosa es un polvo y otra los polvillos. Dicen algunos psiquiatras que la política es una droga en sí misma que en la Gran Bretaña se consume a lo punki, por algo lo inventaron ellos. Dios Salve a la Reina y a sus representantes en la tierra. Más que un pasaporte covid lo que han de pedir a la entrada es una prueba toxicológica. Y otra a a la salida.

Un forense aseguró hace unos años que en los baños del Congreso de los diputados pasaba algo parecido a lo que ahora causa escándalo en el Reino Unido. Y ahí se quedó la frase. España perdona con más facilidad los vicios, a veces hasta presume de ellos. Los protestantes no tienen a una Virgen que los exonere, como a Rafael Amargo. Sea como fuere, lo que queda claro es que la raya que se discute no es la que separa a Irlanda del Norte. El paraíso sería un Westminster en Gibraltar. Una roca entera para las narco narices.