Rey Felipe VI

Yo, Leonor

¿Pero cómo me vais a dar nada más que dos langostinos, coño?

Qué bien estuvo nuestrohijoFelipe. Qué manoteo, qué bien leído todo, qué cruce de piernas, qué naturalidad. Y cómo se nota la mano de Altibajos, que lo tiene todo el día hablando sólo por los pasillos de la casa. Que si más energía, que si la mirada, que si esa mano a esa altura, que si tienes que cambiar de cámara más rápido. Lo tiene al pobrecico mío loco de la cabeza, lo va a sacar trastornao. Pero lo hizo muy bien. Creo. Digo que creo porque yo, como todos los españoles, a los veinticinco segundos de discurso ya tenía la cabeza en mis cosas. Altibajos no quería que empezáramos a cenar hasta que no acabara nuestrohijoFelipe, pero yo tenía más hambre que Carpanta. Empecé a pegarle pellizcos al pan y me bajé la chapata del tirón. Se me ocurrió preguntar dónde estaba la salsa rosa para los langostinos y Altibajos me miró que le salían dos rayos láser de los ojos. ¡Silencio!, dijo. Y además ya sabes que aquí no se comen procesados, ni salsas, ni carne roja. Los dos langostinos que te tocan van cocidos, sin más, que hay que vigilar el ácido úrico. ¿Pero cómo me vais a dar nada más que dos langostinos, coño? Qué rulen las bandejas, que parecemos unos menesterosos. ¡Silencio he dicho!, volvió a espetarme Altibajos. ¿Y luego qué me habéis preparado? ¿Sopa verde y una japuta a la plancha? ¿Se puede ser más triste ya que la nevera de esta casa? ¡Leonor de Borbón! ¡No te lo voy a volver a repetir! ¡Guarda silencio mientras habla tu padre o me veré obligada a mandarte a tu cuarto sin cenar! El tono de Altibajos iba ya con los decibelios disparaos, pero yo continué cascando por los codos para librarme de ese aburrimiento de cena. ¡Yo me quiero ir con el yayo, que seguro que le salen las cigalas por las orejas! ¡Que seguro que va de Moet hasta las manillas! Resultado: tras fulminarme con su característica rabotá, Altibajos me mandó a la cama. De camino a ponerme Divinity en la tele, pasé por la cocina y trinqué media docena de gambas. De Gales me traje dos sobres de Ketchup caducados, que los tenía escondidos, y ahí estuve, mojando los bichos en tomate radiactivo. Ambrosía, oigan.