Política

La llamada

Ha hecho bien Pablo Casado en echar una mano en estas circunstancias, pensando sobre todo en los intereses nacionales

La llamada del jefe de la oposición, Pablo Casado, al presidente del Gobierno ofreciéndole su apoyo en la crisis ucraniana es mucho más que un gesto generoso y significativo, después de largos meses de incomunicación y de broncos encontronazos en el Parlamento. Es una demostración de responsabilidad política que merecía una respuesta acogedora, menos cicatera, por parte del inquilino de La Moncloa. En un momento así sobran los reproches y los resentimientos. Hay que olvidarse de las facturas pendientes y de las urnas. En situaciones críticas como ésta aflora la categoría humana de cada uno. Y es cuando surgen los estadistas. En este caso, correspondía al presidente Sánchez haber hecho él esa llamada al jefe de la oposición antes de hacerse la foto llamando por teléfono a dirigentes extranjeros.

El respaldo incondicional de Casado al Gobierno en esta delicada crisis fortalece la posición internacional de España, que aparece hoy muy debilitada por la desconfianza que despiertan fuera la presencia de ministros comunistas en la mesa del Consejo y la trayectoria de sus miembros más radicales, contrarios a la Alianza Atlántica y amigos declarados de regímenes totalitarios como Cuba, Nicaragua o Venezuela. Tampoco ayudan a tranquilizar a la Casa Blanca las andanzas por Caracas del ex presidente socialista, José Luis R. Zapatero. El aval público del Partido Popular a las decisiones del Gobierno de Sánchez en esta peligrosa crisis del Este de Europa, si se hace efectivo con la comunicación y la consulta permanentes, ayudará a salir adelante en este complicado trance y, de paso, a reconciliar algo a los políticos y las instituciones españolas con la calle.

Se comprueba, a la hora de la verdad, que el actual Gobierno de coalición de izquierdas -una experiencia romántica para los soñadores del pasado- no está preparado para hacer frente a situaciones de crisis, como la crisis sanitaria, que estamos a punto de superar con un coste excesivo de vidas humanas y de ruina económica, o la presente crisis internacional, que obliga a tener convicciones firmes y comportamientos acordes con el mundo en que vivimos. Lo de Ucrania, si estallaran las hostilidades, rompería la coalición de Gobierno y generaría una crisis política que acabaría previsiblemente con el sanchismo. Se demostraría así que el Gobierno de Pedro Sánchez ha sido una ambiciosa experiencia política, que ilusionó a muchos nostálgicos y que ha resultado fallida. Ha hecho bien Pablo Casado en echar una mano en estas circunstancias, pensando sobre todo en los intereses nacionales. La llamada, tenga o no la respuesta que merece, puede ser la tarjeta de presentación del futuro inquilino de La Moncloa.