Pedro Sánchez
El Deus Ex Machina del teatro político
«De momento, ha conseguido quemar a Díaz, que se había convertido en un incordio gracias al fervor desatado en la prensa de izquierdas»
El presidente del Gobierno se ha salido con la suya. Es un tópico glosar su fortuna, aunque en esta ocasión haya sido necesaria la cacicada de Meritxell Batet. La realidad es que siempre consigue sortear las dificultades con esa resistencia que le caracteriza. Nadie sobrevive a Sánchez cuando se convierte en el Deus Ex Machina que abandona el Olimpo para bajar a la arena del teatro político para resolver o sortear cualquier problema. El impedir que un diputado pueda corregir una anomalía en el voto cuando todavía no había comenzado el proceso no es algo de lo que nadie se pueda sentir orgulloso. La decisión de Batet de no convocar la mesa del Congreso muestra que no se sentía cómoda y consagra su torpeza, porque si lo hubiera hecho podría escudarse en una mayoría para encubrir la vulneración de los derechos fundamentales del diputado. Otro aspecto es la precariedad del resultado obtenido por la norma estrella de la legislatura, tal como la definió la vicepresidenta Díaz, porque no habría salido adelante. Ahora tendremos que esperar al Constitucional, que supongo que se tomará su tiempo y así no se moja, como sucedió con el aborto.
Este escándalo, que la izquierda política y mediática intenta encubrir, muestra que el sistema de voto telemático previsto para la covid era una barbaridad. Lo fueron las medidas restrictivas de libertades públicas y privadas impuestas arbitrariamente con los decretos estableciendo el estado de alarma, pero la decisión de impedir la normalidad en el Congreso y el Senado fue muy inquietante. No existía ningún fundamento para justificar que el Gobierno se zafara de los controles y había fórmulas para que no fuera así. La excepcionalidad es algo inaceptable en una democracia. Las sesiones de control se tendrían que haber mantenido, así como las comparecencias quincenales de Sánchez para explicar la marcha de la pandemia y del desproporcionado estado de alarma. Lo sucedido el jueves es una consecuencia de la insólita organización del sistema del voto telemático sin la lógica comprobación telefónica por parte de los servicios jurídicos de la Cámara. A los políticos de izquierdas les gusta forzar la interpretación de las normas para ponerlas al servicio de sus intereses y como cuentan con un abrumador apoyo mediático se permiten hacerlo con absoluta desfachatez. No hay más que ver lo que sucede con la política informativa y la afición al plasma. Es algo que contrasta con lo que propugnaban el PSOE y Podemos cuando estaban en la oposición.
He de reconocer que tengo escasa simpatía por la fórmula del voto telemático, salvo en situaciones excepcionales, y que la comprobación telefónica era imprescindible. En cualquier caso, la política no debería ser un asunto de pillos, donde un error de un diputado provoca una gran alegría. El gobierno y sus aliados se frotan las manos, porque han conseguido sacar su ley estrella gracias a un voto del PP. Es una expresión de la picaresca nacional. La reacción generalizada en un país serio debería ser que hubiera un clamor para que se repitiera la votación. Es algo de ética democrática, porque, cabe insistir, el diputado se desplazó al Congreso para pedir que se subsanara el problema. La reacción de Batet fue propia de la picaresca y viendo que el resultado podía estar muy ajustado, prefirió ejercer de diputada socialista y servir a su Gobierno.
A pesar de lo sucedido y del entreguismo de Ciudadanos, algo que no me sorprende, y la colaboración necesaria del sumiso Garamendi, que ha puesto la CEOE al servicio de Yolanda Díaz, y los partidos de derecha que apoyaron la convalidación, el bloque de la investidura no corre peligro. Ninguno de sus integrantes quiere elecciones anticipadas, porque las encuestas muestran una clara y contundente victoria del centro derecha. El PNV continuará exprimiendo la vaca española con la constancia y habilidad que le caracteriza, mientras que ERC seguirá siendo engañada por el PSOE y le darán alguna migaja del festín. Sánchez es mucho más listo que ellos y conoce sus debilidades. Estuvo a punto de conseguir el voto de los dos diputados de UPN gracias al abyecto comportamiento del presidente del partido, Javier Esparza, que es capaz de traicionar a sus votantes con tal de obtener algunas ventajas locales. Este es, precisamente, uno de los graves problemas de la política española como consecuencia del sistema electoral y del ocaso del bipartidismo imperfecto. Los localismos hacen que nadie mire el interés del conjunto en aras de lograr réditos personales. El caso de Teruel Existe y el diputado Guitarte es la expresión de un modelo que comenzó en la Transición con el PNV y CiU y que se ha ido agravando hasta nuestros días. No es importante el tamaño, sino la capacidad de chantaje.
Castilla y León es la próxima estación en este proceso, porque Sánchez está interesado, algo que entiendo, aunque no comparto, en que sobreviva Ciudadanos para perjudicar al PP y que las plataformas provinciales crezcan para que los populares sean débiles y tengan que gobernar con Vox. Una victoria de Mañueco clara y contundente, como sucedió con Ayuso en Madrid, sería la peor noticia que podría recibir La Moncloa. El líder del PSOE es un superviviente que ha mostrado una capacidad de resistencia sin igual. Por ello, va quemando las etapas con la vista puesta en las elecciones de enero de 2024 y cuenta con la potencia propagandística del aparato gubernamental. De momento, ha conseguido quemar a Díaz, que se había convertido en un incordio gracias al fervor desatado en la prensa de izquierdas, que la veían como el nuevo mahdi del populismo capaz de lograr lo que Pablo Iglesias malogró con su soberbia y egocentrismo.
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