Rayo Vallecano

Dinosaurios

Este cencerro humano sigue rodeado de mujeres a las que, claramente, se ha demostrado que no valora y que no respeta

El pasado jueves, esperando en la terraza de un bar a que el espectáculo de Les Luthiers abriera sus puertas, escuché a cinco carruzos sin desasnar hablando de mujeres. Concretamente, de una mujer: la novia del hijo de uno de los integrantes de esa piara callejera. «Yo le digo a mi hijo que se la fo**e todo lo que pueda, que está buenísima. Que si yo fuera él, no paraba de fo**ármela». Disculpen si les revuelvo el estómago, que fue lo que nos pasó a mi amiga y a mí, que estábamos entre la arcada seca o directamente el vómito. No crean que para hablar de este asunto usaban un tono bajito. Ni mucho menos, no tenían empacho alguno en que todo el mundo pudiera escucharles. En nuestra sociedad, desgraciadamente, siguen existiendo este tipo de especímenes infectos, así que será mejor recordarlo antes de que nos vuelvan a llamar a todas feminazis por denunciarlo. Hoy, que es domingo, y hasta el cierre de la edición de este periódico, Carlos Santiso, otro borrego (con perdón para los borregos) sigue entrenando al Rayo Vallecano femenino. Conviene recordarlo cada poquito y mientras dure en el cargo, así que no se extrañen si cada poco vuelve la burra al trigo. Santiso, cuya indigencia intelectual ha quedado constatada, animó en un chat privado de WhatsApp a cometer una violación grupal para unir mucho más a su staff. «Nos falta hacer una como los del Arandina. Pero que sea mayor para no meternos en “jaris” y cargárnosla ahí todos juntos». Recordemos que tres jugadores de ese club abusaron sexualmente de una menor. El asco que me provocan esos tres mendas es sublime. Bien, pues Carlos Santiso los consideró un ejemplo a seguir y ahora dice que fue una «broma de mal gusto». Este cencerro humano sigue rodeado de mujeres a las que, claramente, se ha demostrado que no valora y que no respeta. Pero, ay amigos, ahora se les reclama a ellas que se planten, que no jueguen, se les echa a ellas la responsabilidad de resolver el asunto. Lo de siempre. Y mientras, Martín Presa, tocando el flautín para no «arruinarle la vida» al macho.