Tomás Gómez
Casado o Feijóo
Pablo Casado agoniza en su despacho de la calle Génova y no tiene salvación, o cae ahora o seguirá deambulando por la política española como un zombie. Pero no está claro que la crisis se vaya a resolver rápido, depende de cuánto se aferre al sillón.
Los barones se mueven guiados por el instinto ante la debacle que prevén en sus territorios, con Casado al frente, perderán una buena parte de sus votantes. Pero la decisión que va a tomar el Partido Popular tiene una repercusión de calado.
Todos los análisis a corto plazo apuntan a Abascal y a Sánchez como los grandes beneficiados de la crisis popular, pero a medio plazo depende. Es seguro que la extrema derecha se ha disparado y que queda un espacio libre para Sánchez que le da oxígeno en su peor momento, pero eso es a día de hoy.
El PP tiene que elegir: O Feijóo, si no se vuelve a esconder, o Casado. Si el gallego llega a Génova, las claves de la política nacional van a cambiar.
Es conocido que la imagen que intenta proyectar es de moderación. No quiere ni oír hablar de pactos con Vox y, probablemente, su modelo de dirección pasaría por intentar acuerdos de Estado con el PSOE.
Entre esos acuerdos estarían la gobernabilidad en España y en las Comunidades Autónomas. Este hecho, que le condiciona los apoyos internos porque los militantes de PP y PSOE se reconocen como el adversario histórico a batir, significaría el aislamiento de todo lo que está a la derecha del PP y a la izquierda del PSOE.
Ni que decir tiene, que los partidos independentistas y Podemos tensarían la cuerda, y que Sánchez intentaría zafarse del abrazo pero, después del esperpento de la aprobación de la reforma laboral, la vulnerabilidad parlamentaria del gobierno es un hecho.
Díaz Ayuso apoya a Feijóo para acabar con Casado. Su modelo es radicalmente diferente, polariza con la izquierda y, con un discurso más escorado consigue engullir a los votantes de Vox.
Casado y Ayuso han acabado el uno con el otro. La bala acusación de corrupción tendrá consecuencias, independientemente de si hay irregularidades o no en los contratos porque lo que le hace daño es la posibilidad de una imputación judicial que, ahora está en manos de Dolores Delgado. No podría sostenerse en la Puerta del Sol, aunque seis meses después se archivase la causa.
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