Vladímir Putin

Quién

Los aliados de Putin son Bielorrusia, Corea del Norte, Siria, Venezuela, Cuba… Lo mejor de cada continente

No es la guerra de Rusia o de Ucrania: es la guerra de Putin contra el tiempo (que lo aplastará). Él no es Rusia. No conquistará el corazón de Ucrania. Todo sádico gobernante que somete por la fuerza es odiado por sus contemporáneos, y la historia ya no la escriben los vencedores, como solían. Un tipo visiblemente acomplejado, con posible deterioro cognitivo, que debería estar jubilado, depuesto del cargo por problemas psicológicos y por la cleptocracia estructural que ha instaurado en Rusia, obsesionado con su «papel en la historia» (un papel no: ¡un papelón!), que no ha calculado las muchas posibilidades de ser recordado como un envenenador mafioso, no como el superhéroe soviético que se considera a sí mismo. Pero su desvarío ha servido para algo: hemos descubierto quién es quién, hemos oído a Trump asegurar literalmente que «La estrategia de Putin es maravillosa» (¿desde cuándo la guerra es maravillosa, para quién, qué clase de persona, de gobernante civilizado, dice algo así…?). Bolsonaro, con supuestas dotes paranormales capaces de leer la mente del opresor, afirmó que «Un líder como Putin no tiene intención de provocar una masacre» (ya la ha causado), y que «El mundo está en manos de un comediante» (se refiere despectivamente a Zelenskiy, no a sí mismo, parece). ¿Y qué dice Orban, amigo entrañable de Putin?, ¿cree que la historia calificará de héroe al espécimen que está bombardeando maternidades ucranianas? Debe enfurecer a Putin ver a Zelenskiy convertido en héroe mientras él se desvela ante el planeta como un cacique de la destrucción global. Los aliados de Putin son Bielorrusia, Corea del Norte, Siria, Venezuela, Cuba… Lo mejor de cada continente. En España, tanto la izquierda como la derecha más duras defienden a Putin. ¿Qué nos revela esta curiosa coincidencia? Pues que ambos bandos justifican la violencia, que las ideologías extremas se apoyan en la violencia como un instrumento que legitiman en su afán por imponer al mundo sus modelos sociales desquiciados, el no-lugar de unas utopías que pronto se descubren paraísos falsos, corrompidos, pero plagados de serpientes reales (como Putin).