Pedro Sánchez

Pegasus, las casualidades, Roosevelt y el enigma Robles

El Pegasus moderno, que no es el caballo alado de la mitología, ha llegado, de repente a la Moncloa y su vuelo deja demasiadas incógnitas, al margen de que también alivie a Sánchez

Franklin Delano Roosevelt (1882-1945) fue el 32 presidente de los Estados Unidos. Ganó las elecciones cuatro veces seguidas y ocupó la Casa Blanca entre 1933 y el 12 de abril de 1945, el día de su fallecimiento. Después de él, la Constitución Americana fue enmendada para limitar a dos los mandatos presidenciales. Roosevelt, más allá de sus defensores y detractores, fue un «animal político» que creía –y lo decía sin tapujos– que “en política, nada ocurre por casualidad. Cada vez que un acontecimiento surge, se puede estar seguro que fue previsto para que sucediera de esa manera.”

Ayer, a primera y desusada hora para una rueda de prensa, el ministro Félix Bolaños anunció «urbi et orbi» que los teléfonos de su jefe, Pedro Sánchez, y el de la ministra Margarita Robles, habían sido infectados –en dos ocasiones hace un año– por el programa Pegasus, que habría extraído 2,6 gigas de información del terminal del presidente y nueve megas del de la titular de Defensa. Es la primera vez, como apuntó el diario Financial Times, que un Gobierno admite haber sido espiado de esta manera, aunque existen indicios de que el español no habría sido el único. Emmanuel Macron, por ejemplo, cambió su número y su teléfono el año pasado, después de que la prensa gala dijera que los móviles del presidente y 14 de sus ministros habían sido infectados con Pegasus, el programa desarrollado por NSO Group de Israel y, en teoría, sólo al alcance de Gobiernos. La información quedó ahí, sin ninguna confirmación oficial, quizá porque algunos puedan ver como una debilidad admitir haber sido espiado.

El Pegasus moderno, que no es el caballo alado de la mitología, ha llegado, de repente a la Moncloa y su vuelo deja demasiadas incógnitas, al margen de que también alivie a Sánchez, que tenía que lidiar con la bronca de los «indepes» de ERC, quejosos por haber sido espiados –todo indica que con autorización judicial– con Pegasus. Ahora, la magnitud, sobre todo si se trata de una acción exterior –ya fuera otro Gobierno o una empresa–, del espionaje al presidente en los días en los que el saharaui Gali era atendido en un hospital de Logroño, eclipsan todo lo demás. Las preguntas se amontonan, ¿qué sabía Sánchez para que analizaran su teléfono?, ¿por qué ahora y no antes? Otro enigma, ¿tuvo algo que ver en la contundencia de Margarita Robles con los indepes en el Congreso a los que sólo le faltó decirles «yo también he sido espiada? «En política, nada ocurre por casualidad», repetía Roosevelt, pero, claro, nada es imposible.