Gobierno de España

Cabeza de turco

Se destituye a Paz Esteban y se pierde la dignidad a cambio de una problemática ventaja política

No conviene negar que, en ocasiones, los servicios secretos , mejor dicho, la información que manejan, pueden ser determinantes en la caída de un gobierno. En España, sin ir más lejos, los más viejos del lugar siempre nos hemos preguntado por el origen de aquella maleta repleta de chismes sobre el GAL que, a la postre, acabaría con le hégira de Felipe González y que unos colegas se encontraron como por arte de magia. Como la vieja «Carta Zinoviev», que llegó a los periódicos ingleses sin remitente y que le costó las elecciones de 1924 al laborismo británico, o, cinco décadas después, el hallazgo de unos micrófonos en la residencia del premier, Harold Wilson, a quien un grupo de agentes del MI5 le quería hacer la puñeta. Episodios que llevaron a los gobiernos afectados, a tomar medidas de seguridad, restringiendo la libertad de acción de los espías, cuando no a la pura y simple refundación de los servicios implicados. También, por supuesto, se ha dado el caso contrario. Gobiernos pillados en falta, que sacrifican a los servidores del Estado para cubrirse las espaldas, que es lo que, al parecer, estaría detrás de lo de Paz Esteban, con la salvedad, y no menor, de que nuestro actual Ejecutivo, por los datos hechos públicos en sede parlamentaria, no ha hecho en este campo, al menos, nada de lo que debería avergonzarse. El CNI está para lo que está, entre otras cuestiones, la prevención de amenazas o agresiones contra la independencia o integridad territorial de España. Y es evidente, que la integridad territorial y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones no eran, precisamente, la prioridad de los escuchados, hoy con vara alta, porque de ellos depende la continuidad del Gobierno. Y, así, se destituye a Paz Esteban y se pierde la dignidad a cambio de una problemática ventaja política. Yo, en el lugar de Pedro Sánchez, es cuando empezaría a estudiar a fondo asuntos como Zinoviev o el caso Wilson. Que hay cartas que llegan sin remite, pero repletas de sorpresas. O maletas.