Delito sexual

De manadas y lobos

La solución es solo una. Aunque podamos repetirla, a modo de conjuro, tantas veces como queramos: educación, educación, educación

El primer impacto llegó después de unos Sanfermines pasados de vuelta. Conmoción general, drama por capítulos, debate social abierto, incontables interrogantes y una denominación consolidada e interiorizada ya como sinónimo del horror y la vejación: «La Manada». Así despuntaron las violaciones grupales en España. Desde aquel 2016 el mapa del espanto se ha ido extendiendo y, aunque el observatorio «GeoViolenciaSexual.com» ha documentado 211 casos hasta 2021 (no hay datos de Interior ni de Fiscalía), este mayo amenaza con incrementar cualquier media posible: cuatro denuncias han sacudido Málaga, Burjassot, Pulpí y Vila-Real. Cada vez que uno de esos abusos (siempre supuestos, a la espera de resolución judicial) adquiere dimensión pública, la sociedad se estremece y requiere a juristas, sociólogos, psicólogos y psiquiatras alguna clave para abordar un fenómeno tan inquietante como turbador. Y ellos, los expertos, nos remiten a conductas miméticas, probable resultado de vías de comunicación usadas sin control, consumos extemporáneos y excesivos de pornografía. Nos apuntan a una manera, perversa, cruel, cosificadora de entender las relaciones, potenciada por distorsiones del mundo virtual. Y nos lanzan, además, la alerta ante el escandaloso descenso de la edad de los implicados: víctimas y verdugos.

Con estas premisas, aspirando a explicar lo inexplicable y a comprender lo incomprensible, indagando en el origen y las causas del mal, volvemos a disquisiciones filosóficas de siglos, a la eterna dicotomía entre Hobbes y Rousseau, la que va de «el hombre es un lobo para el hombre» al «hombre bueno por naturaleza», a esa pugna irresoluble entre comportamientos innatos o adquiridos y concluimos, al final, que todas las hipótesis terminan por fundirse en la evidencia de que la solución es solo una. Aunque podamos repetirla, a modo de conjuro, tantas veces como queramos: educación, educación, educación.