Política exterior

La fascinación internacional

En ambos casos, los elogios que González y Aznar recibían de algunos de sus colegas fuera de España, eran inversamente proporcionales a las tensiones políticas que esas decisiones provocaban en España

No es Pedro Sánchez el primer presidente al que le ocurre algo así. Varios de sus antecesores en el cargo sucumbieron a esa misma tentación: la de barnizar sus dificultades políticas nacionales, dedicando mucho de su tiempo y su atención a las cuestiones internacionales.

Fue el caso, sin duda, de Felipe González y de José María Aznar. A ambos se les atribuye una frase que define el criterio que compartían en este ámbito: tengo más ambición para mi país que mis conciudadanos. Ninguno de los dos comprendía el motivo por el cual los españoles tendían a ponerse de perfil cuando una crisis internacional nos interpelaba, hasta obligarnos a tomar partido. A González le pasó en 1990, cuando decidió que España debía de ser aliado fiel y ayudar a sus países amigos, encabezados por Estados Unidos, en la Guerra del Golfo, después de que Irak invadiera Kuwait. Y Aznar tuvo una experiencia similar en 2003 cuando decidió, contra la inmensa mayoría de la opinión pública española, dar apoyo al presidente George Bush en la Guerra de Irak.

En ambos casos, los elogios que González y Aznar recibían de algunos de sus colegas fuera de España, eran inversamente proporcionales a las tensiones políticas que esas decisiones provocaban en España. De la misma manera, cuando las batallas domésticas llenaban las páginas de los periódicos, los presidentes se refugiaban en el engrandecimiento provocado por su sólida presencia en los foros internacionales, donde trataban de arreglar el mundo.

Estos días, Pedro Sánchez vive una experiencia similar. Los sondeos no le auguran alegrías en Andalucía ni, eventualmente, en unas hipotéticas elecciones generales; sufre cada semana para no perder votaciones en el Congreso; sus socios de coalición ejercen de oposición a su propio gobierno, seguidos de cerca por sus socios parlamentarios; la inflación, la deuda y el déficit atenazan al país… Y, sin embargo, en Davos el responsable del Foro Económico Mundial preguntó al presidente «cuál es la receta del éxito de la economía española», días antes de que Sánchez dedicara un par de jornadas a planificar el futuro de la OTAN con el secretario general de la Alianza. Así se escribe la historia.