Estados Unidos
Neocomunismo en América
Biden no parece capaz de frenar el avance de la extrema izquierda populista en su patio trasero latinoamericano
Se viste de gala la Cumbre de las Américas en Los Ángeles con un desdibujado escenario por las ausencias de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, más la caída a última hora del mexicano López Obrador (AMLO), lo que confirma el predicamento cada vez menor de Biden en la región, en la medida en que crece el número de gobiernos a la extrema izquierda de la izquierda.
Y es que vive Iberoamérica unas horas en las que avanza una suerte de populismo neocomunista que amenaza con extenderse por el sur del continente, sobre todo si Colombia cae en manos de Petro y Brasil vuelve con Lula. Puede que sea mera coincidencia, pero se va imponiendo el Programa del Foro de Sao Paulo que suscribieron nada menos que un centenar de partidos latino-izquierdistas, a las que se sumó con entusiasmo el Podemos de Pablo Iglesias, y que propugnaba la toma del poder en todos y cada uno de los países, en un intento de recuperar posiciones tras la caída del Muro. La Agenda del Foro fijaba para esta década los objetivos de llegar al Gobierno a través de elecciones libres, pero con la idea de no soltarlo nunca más, como ocurre de facto en Cuba, Venezuela y Nicaragua. ¿Cómo? Reformando las Constituciones para permitir mandatos ilimitados al estilo de la URSS, leyes electorales a la medida e imponiendo desde dentro políticas de nacionalizaciones, expropiaciones de tierras y empresas, control de la banca, control de las redes sociales e internet y presentación de los políticos de la derecha, a través de los medios, como dirigentes corruptos a los que hay que encarcelar o expulsar de sus países. Todo ello actuando en el ámbito social con políticas para acabar con la religión, extender la cultura LGTBI, la eutanasia, el aborto y la relativización de los valores.
La realidad constatable es que esta estrategia se está imponiendo a golpe de algarada callejera, radicalismo en las escuelas y la para-militarización de bandas radicales que han actuado contra los poderes establecidos empleando la violencia de manera nunca antes vista en países teóricamente estables como Chile, Perú o Colombia. La incapacidad de Estados Unidos para frenar tal revuelta en su patio trasero ha sido tan manifiesta como el aparente fiasco de Biden en esta Cumbre de las Américas que hoy comienza. Tras más de 150 años de dominio, Washington ha logrado imponer numerosos gobiernos títeres en el continente, pero no ha convencido a las sociedades latinas, que siguen odiando al «gringo» y ven en la Casa Blanca el símbolo de una dominación que, en el caso de México, fue un auténtico expolio. El pasado 30 de mayo se cumplieron 176 años del día en que EE.UU se apropió de la mitad de México (antigua Nueva España). Tras pedir Texas (como el Donbass a Rusia) la intervención USA en la región por el supuesto maltrato mexicano a los colonos norteamericanos allí asentados, entró en Texas el ejército yankee y se quedó con Nevada, Nuevo México, California, Arizona, Utah y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma.
Un estilo militar imperialista que desde aquel 1848 nefasto poco ha cambiado.
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