PSOE
O Sánchez o el PSOE
Pocos momentos más amargos para un presidente del Gobierno que el de recoger los papeles del despacho y dejar La Moncloa, el Falcon y las reverencias
Cuando alguien es vencido, se queda solo. Esta es la amenaza que pende sobre la cabeza, aparentemente impasible, de Pedro Sánchez. Los mismos que le hacían reverencias, lo jaleaban y se rompían las manos aplaudiendo cuando aparecía en la tribuna de oradores, le darán la espalda. Los más resentidos, los agraviados, sacarán entonces los puñales. Ya empieza a adivinarse en la sombra de las agrupaciones socialistas el brillo de los aceros. Y los socios de ahora le llamarán de todo. No se recuerda ningún presidente del Gobierno, desde la muerte de Franco, que haya sido menos apreciado por el pueblo y más despreciado por los dirigentes históricos de su propio partido.
La política tiene mucho de farsa, de representación convenida, pero el final de los protagonistas acostumbra a ser siempre dramático. Pocos momentos más amargos para un presidente del Gobierno que el de recoger los papeles del despacho y dejar La Moncloa, el Falcon y las reverencias. Y luego, aún peor, sentir que dejan, poco a poco, de sonar los teléfonos. Como dijo John F. Kennedy, la victoria tiene cientos de padres, pero la derrota es huérfana.
La previsible derrota del socialismo andaluz, el domingo que viene, se va a cargar en la cuenta de Pedro Sánchez. Por su directa implicación en la campaña, por la elección del candidato y, sobre todo, por su política nacional y sus pactos de Gobierno. Se ha comprobado que su presencia, según el sentir de los votantes y dirigentes socialistas, no sólo no ayuda, sino que perjudica. Resta en vez de sumar. Estorba, dicho llanamente. Si se cumplen los pronósticos, la conclusión obvia es que estamos ante un nuevo ciclo político en España, con un poderoso recambio encabezado por Núñez Feijóo, tras el fracaso del «sanchismo» y sus extrañas alianzas.
Abundan los que piensan que la permanencia del «sanchismo» acabaría con el socialismo en España siguiendo casi paso por paso la trayectoria francesa. Esto les lleva a algunos a plantear radicalmente el dilema: ¡O Sánchez o el PSOE! Piensan que con el actual dirigente el partido centenario del puño y la rosa ha perdido, o está perdiendo, su identidad y sus votantes. Mientras la izquierda, aunque sea con adulteraciones, ha mantenido cuotas importantes de poder, se ha mirado para otro lado y se ha aguantado mecha esperando a ver qué pasaba; pero cuando se comprueba que empieza el desbarajuste –y faltan unos días para estar seguro de ello–, se alzarán las horcas contra el inquilino de La Moncloa. El «Vae victis!» (¡Ay de los vencidos!) de Tito Livio recorrerá las agrupaciones. vacuna. Todas han salido de empresas privadas».
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