Pedro Sánchez

Estado de calamidad

Avanzamos sin freno hacia la ruina, mientras Sánchez prefiere mirar a Bildu

Cuatro años cuatro lleva nuestro Timonel anclado en Moncloa sin convocar un solo debate sobre el Estado de la Nación. En realidad deberían ser varios debates, pues dijo el domingo que «España y Euskadi son dos países libres». Por tanto, habría que convocar un debate en España, otro en Euskadi y por supuesto en Cataluña. Tantos como países y naciones diferentes a España tenemos aquí, por lo que se ve.

Está Sánchez pletórico y se dispone hoy a contarle al país las hazañas de su Gobierno, empezando por la Ley Bildu y terminando por la situación de la economía. La de Bildu es una legislación indigna que permite a los herederos de los asesinos de Miguel Ángel Blanco dictaminar que sólo los crímenes de la ultraderecha y el GAL merecen ser condenados, pues los de la banda terrorista fue en realidad una respuesta de los pobres etarras a las barbaridades de la dictadura. Ese es el relato que el padre Bolaños nos pretende vender como correcto, con el aplauso general de la tropa socialista, que calla y otorga ante semejante barbaridad. Si nadie en el PSOE se levanta, es que nadie en el PSOE tiene agallas para decirle a Pedro que la memoria de los compañeros acribillados no merece este pacto vergonzante con los bildutarras de Otegi.

Y qué decir de la economía. Cada día es más evidente la calamidad a la que nos dirigimos. ¿Alguien se cree que la ruina de nuestras cifras es cosa de Putin? Nuestro gas no viene de Rusia sino de Argelia, y los problemas con este país vecino los creó Albares con la bendición del patrón. Decía Calviño que no llegaríamos a los dos dígitos de inflación, pero en junio cerramos con 10,2, la peligrosa subyacente al 5,5 y subiendo, el PIB hundido al 0,2, las ventas de las grandes empresas al 0,0 y la producción industrial del 4 de enero al -0,4 de abril. De modo que somos líderes absolutos en inflación, pobreza familiar, deuda y desigualdad. Y por supuesto en paro, por mucho que se maquillen las cifras con los fijos discontinuos y el engañoso empleo público.

Claro que Sánchez tiene la suerte de que aquí los sindicatos sólo piensan en veranear. Por mucho menos los agricultores holandeses han tomado la calle para decirle a Rutte que quieren sembrar y cosechar, no acomodarse al ocio de no producir porque sale más barato Marruecos. En Italia las huelgas masivas se acercan a Roma y en Francia se sublevan los transportistas. Sin citar lo de Sri Lanka, donde la multitud ha tomado el palacio presidencial como consecuencia de la creciente carestía.

Algo se debe temer nuestro líder supremo cuando ha decidido crear un comité de crisis por temor a un estallido social ante los previsibles cortes de luz y gas el próximo otoño. Claro que si no deflacta la fiscalidad como en la UE habrá problemas. Nadie entiende que el Gobierno siga haciendo caja a costa de la inflación. Ni que no elimine ya, como en Brasil, el impuesto a los carburantes.

El estado de la Nación no es tan color de rosa como lo pinta Yo-Yolanda. Avanzamos sin freno hacia la ruina económica. Andalucía dio un toque de atención. Sánchez prefiere mirar a Bildu.