Opinión
28 de julio, comienzo de la Gran Guerra
Evocamos la Historia de Europa, continente desangrado durante el pasado siglo XX por continuos conflictos bélicos, con el telón de fondo de la guerra en Ucrania, la primera desde la sucedida en la ex–Yugoslavia, que asoló la convulsa región de los Balcanes tras la implosión de la URSS. Tal día como, hoy 28 de julio, del año 1914, Austria Hungría declaraba la guerra a Serbia mediante telegrama postal ordinario. Nadie pensó entonces que ese comunicado iba a desencadenar la que hoy conocemos como Primera Guerra Mundial.
El detonante fue el magnicidio en Sarajevo, capital de la región de Bosnia perteneciente al imperio austrohúngaro, del heredero Francisco Fernando y su esposa por un joven de la «Mano Negra», organización terrorista vinculada a la vecina Serbia, que propugnaba la incorporación de Bosnia para crear «La Gran Serbia». El asesinato sucedió el 28 de junio anterior, y durante ese mes –de 28 a 28– los acontecimientos se precipitaron, con un ultimátum el 25 de julio exigiendo respuesta en 48h a la exigencia de que fuera la policía imperial quien investigara el crimen sobre el suelo serbio. La negativa serbia fue el comienzo de la guerra, que se creyó sería una contienda local limitada y rápida, sin mayores consecuencias. Pero los acontecimientos se precipitaron de manera vertiginosa, enfrentándose la Triple Alianza –los Imperios centrales e Italia– a la Triple Entente –Francia, Rusia y Gran Bretaña– y así, el día 1 de agosto Alemania declaraba la guerra a Rusia y dos días después a Francia. El conflicto se convertía en europeo, para transformarse en mundial a continuación.
Tras una sangrienta y larga guerra de posiciones que parecía no tener fin, el año 1917 marcó un punto de inflexión con la incorporación de los EEUU, y la Revolución rusa tras la caída del Zar Nicolas II. En ese mismo año se produjeron los hechos de Fátima, donde «la Señora más brillante que el Sol» anunció el próximo final de la conflagración, como sucedió, pero afirmó que «las guerras eran consecuencia de los pecados de los hombres» y que si no había conversión «vendría una guerra mayor», vaticinando la que sería la Segunda Guerra Mundial 25 años después de la primera.
Debería invitar a una profunda reflexión evocar esos hechos históricos a la luz de la actual situación mundial y particularmente europea. No es necesario tener fe para comprobar la relación entre lo sucedido en Fátima en 1917 y lo ocurrido en los campos de batalla hasta el final de la Guerra Fría en 1991, pasando por la anunciada Segunda Guerra Mundial.
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