Pedro Sánchez

Lo que viene

Más les valdría a quienes administran la cosa pública ampliar su horizonte de posibilidades y pensar en consensos amplios, en acuerdos políticos entre partidos para afrontar solidariamente lo que viene

Vienen tiempos complicados . Empiezan ya las cifras del paro en España a torcerse y crecer, como una suerte de brotes de pesimismo que anticipan lo que ya se vislumbra en la economía estadounidense y llegará aquí a menos que un milagro detenga la guerra en Ucrania y corte la mano putinesca que a su vez le corta el gas a los alemanes. ¿Que no tenemos problemas de dependencia del gas ruso como ellos? No, ciertamente, pero sumamos todas las dependencias económicas imaginables del gigante alemán. Así que ojo con recuperar viejos tics autárquicos tipo aquí no se apaga la luz o en esta isla no entran ni los piratas ni los temporales, porque lo que hoy vemos lejos mañana se nos ha metido en casa.

El Gobierno pone en marcha una serie de medidas de ahorro energético tan encomiables como aparentemente poco pensadas. Y lo hace al mismo tiempo que busca reforzar la alianza por la izquierda sin Podemos, con ese encuentro de «hasta aquí y desde ahora» entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. En tiempos de crisis e incertidumbre, cuando es evidente que la estrategia de Rusia es asfixiar a Europa ahogando a la economía alemana, y resulta también meridianamente claro que a la crisis económica y de equilibrios geoestratégicos hay que sumar inevitablemente la climática, cabría esperar una respuesta algo más amplia, con más horizonte, que remarcar un acuerdo de supervivencia a corto plazo y poner en marcha un plan que nos exige Europa y hemos pensado poco. Parece como si las decisiones de Gobierno se hurtaran a sí mismas la complejidad de la situación presente, y más aún la futura, tirando de una política de salir del paso y asegurarse el poder.

Porque, a ver, está muy bien restringir la iluminación de las ciudades –que sí, que estarán más tristes, pero hay tristezas peores y oscuridades más dolorosas, como las de quienes no tienen ni para pagar la luz– y es encomiable sugerir que en invierno y en verano se limiten a cifras razonables las temperaturas interiores, pero, ¿alguien ha pensado que no es lo mismo el clima en Sevilla que en Teruel, que los 25 grados en la meseta seca o en la húmeda atmósfera mediterránea tienen consecuencias y exigen esfuerzos energéticos distintos? Pues aparentemente no, porque el plan se olvida de esas peculiaridades. Como lo hace de la carga que ya soportan los empresarios o comerciantes a quienes ahora se va a exigir que automaticen las puertas de entrada como antes se les pidió que remodelaran interiores contra la Covid, volviendo a gastarse un dinero que no tienen. Les vamos a ayudar, dice el Gobierno. Igualito que a los afectados por los desastres naturales o la propia covid o los que habrían de recibir el ingreso mínimo vital. Más a la cola de agraviados del sanchismo.

Uno se pregunta, y aquí lo deja escrito, si no será tiempo de pensar en ampliar lo ayer anunciado, prepararse para tiempos difíciles, apelar a la solidaridad ciudadana sin remiendos ni engaños, afrontar la crisis por venir con honestidad y determinación más allá de asegurarse pactos de gobierno cortoplacistas por electorales. Más le valdría a quienes administran la cosa pública ampliar su horizonte de posibilidades y pensar en consensos amplios, en acuerdos políticos entre partidos para afrontar solidariamente lo que viene. Que, salvo milagro, nos puede dejar temblando. O cambiarnos el mundo a la fuerza. Que eso también.