Pedro Sánchez

Guerra y crisis climática: cuanto peor mejor

La guerra es una tragedia, pero como dijo Sánchez sobre la pandemia, supone «una gran oportunidad» para acelerar la Agenda 2030

Entre los modernos mantras adorados por la actual dirigencia mundial está el de la Agenda 2030, auspiciada desde la ONU y presentada por los líderes occidentales como el objetivo supremo al que debemos dirigirnos sin opción posible a crítica alguna. Tal es el empeño, que Klaus Schwab, presidente (no elegido por nadie) del Foro Económico Mundial (creado por él mismo), llegó a decir a propósito de la pandemia: «representa una oportunidad inusual para reiniciar el capitalismo». Argumento en el que abundó la directora general del FMI, Kristalina Giorgieva, al subrayar que hay que aprovechar la Covid para «construir un mundo más verde». Hasta Sánchez subrayó «la enorme oportunidad de esta crisis» para implantar esa agenda «positiva y transformadora» que debe «acelerar los cambios que ya veíamos venir». De modo que si pensábamos que la pandemia fue una tragedia y la guerra un horror, descubrimos también que ambas cosas, junto a la emergencia climática, suponen «una gran oportunidad» para el reseteo del mundo (Great Reset) que nos traerá «la nueva normalidad resiliente» de la Agenda 2030 y el Nuevo Orden Mundial (NOM). Con tal empeño que ya hay personas relevantes que empiezan a sospechar sobre si todo esto es realmente casual o sí, por ejemplo, dice como hipótesis Luis del Pino, no se impidió la invasión de Ucrania porque sus nefastas consecuencias económicas facilitan la implantación de la cacareada agenda.

Ya sabemos que Trump dijo que con él no hubiera habido guerra, pues no daría alas a Kiev para ingresar en la OTAN y auspiciaría un Minsk 3 con amplia autonomía para el Donbass dentro de Ucrania, con respeto a la cultura y lengua rusas, que aceptaría Putin. No ha sido así, y la acción del demonio ex soviético está acelerando la gran crisis económica que hoy sufrimos. Las sanciones europeas, contrariamente a lo que se pretendía, no están empobreciendo a Rusia: el rublo se fortalece y su balanza presenta superávit. Vende menos gas a Europa, que se niega a pagarlo en rublos, pero acabamos comprando ese mismo gas ruso más caro en los mercados asiáticos. España ha pasado de adquirir a Putin el 9% del gas que consumimos, a nada menos que el 24,4%, superando lo que importamos de Argelia. En vez de fortalecer la economía europea, la UE impulsa sanciones contra Moscú que no detienen la guerra, dañan nuestra economía, disparan la inflación y aumentan los ingresos con los que Putin financia su maldita «operación militar».

Eso sí, todo está otra vez tan mal que va a suponer una nueva y «enorme oportunidad», que diría Schwab, para justificar medidas de emergencia climática y esa agenda «transformadora» que acelerará los «cambios que veníamos venir». La Agenda 2030 no incluye sólo el fin de la pobreza, sanidad para todos, energías verdes y palabras bonitas. Su cara oculta conlleva control poblacional, cultura LGTBI, aborto, eutanasia, manipulación del clima, transhumanismo robótico, carne sintética y alimentos genéticamente modificados. La carne de res, para nuestros dirigentes. Para los demás, insectos. Para ellos, contaminantes aviones privados. Para nosotros, la entrañable bicicleta. «No tendrás nada y serás feliz». Tal es el lema del paraíso 2030. Como diría Sánchez, menuda nueva oportunidad nos proporcionan tanto la guerra como la pandemia climática. Y es que cuanto peor, mejor.