Estados Unidos
Los papeles de Trump
Las consecuencias políticas de este registro dependerán de la solidez del caso que pueda presentar Garland
Hace una semana cuando los agentes del FBI irrumpieron en Mar-a-Lago, la residencia de Donald Trump en Florida, el ex presidente había volado hacia Nueva York. Desde su tríplex de la Quinta Avenida observó cómo los agentes realizaban por primera vez en la historia de Estados Unidos una redada en la vivienda de un ex presidente. Trump está habituado a los récords aciagos. Ha sido el único líder sometido a dos «impeachments» y ha salido airoso de los dos procesos. La orden de registro, firmada por un juez federal, fue personalmente aprobada por el fiscal general, Merrick Garland, como parte de una investigación sobre el uso de documentos clasificados. No es la primera vez que se le acusa de guardar archivos confidenciales. Abundan las historias en las que se asegura que el ex presidente solía romper los papeles tras sus reuniones y sus colaboradores corrían detrás para recomponerlos. También dicen que atascaba los inodoros con los informes sensibles que quería destruir.
En cualquier caso, lo que sí sabemos es que en enero tuvo que entregar a los Archivos Nacionales (NARA en sus siglas en inglés) una docena de cajas con documentos confidenciales. Entre ellos estaban las cartas que intercambió con el dictador norcoreano Kim Jong Un o la que le dejó el ex presidente Barack Obama. De las 19 cajas incautadas en Mar-a-Lago por el FBI, sabemos que once contenían documentos clasificados, algunos de los cuales estaban marcados como «alto secreto». «The Washington Post» publicó que había papeles relacionados con las «armas nucleares». El equipo de Trump tachó rápidamente de «bulo» estas informaciones. Los presidentes tienen un poder enorme para desclasificar información y, al parecer, el republicano habría emitido una norma para desclasificar sistemáticamente todos los textos que salieran de la Casa Blanca.
Las consecuencias políticas de este registro dependerán de la solidez del caso que el fiscal general y del departamento de Justicia puedan o no presentar. Merrick Garland, ex juez federal, está considerado como un institucionalista meticuloso, pero para los leales a Trump es el nominado por Obama para el Tribunal Supremo que fue rechazado por el Senado controlado por los republicanos. Lo mismo ocurre con el director del FBI, Christopher Way, que a pesar de haber sido designado por el ex presidente sus votantes le acusan de ser un agente del «Estado profundo». Si finalmente la apropiación de esos documentos clasificados no refleja más que el desprecio de Trump por las reglas –un vicio que por cierto ya conocíamos– Biden podría sufrir un duro correctivo en las elecciones de mitad de mandato.
El ex presidente lleva meses especulando con el anuncio de su candidatura para 2024 que asegura a su entorno que será tan grandioso como la famosa «bajada de las escaleras mecánicas doradas» de la Torre Trump el 16 de junio de 2015. El registro podría ser un regalo caído del cielo para el promotor inmobiliario.
En todo caso, la orden de registro, que invoca la ley de Espionaje, complica la maraña judicial en la que se encuentra atrapado el republicano y dispara los niveles de la polarización política que atraviesa Estados Unidos. Un clima de incertidumbre que únicamente puede beneficiar a los enemigos de esta gran nación.
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