Economía
Mensajes desde la Iglesia sobre la inflación
El mensaje de los economistas de todas las escuelas de todo el mundo ha pasado a coincidir con el talante de la Iglesia Católica, expuesto por el Padre Mariana
Un gran economista español, destacado miembro de la Iglesia, el jesuita Padre Mariana, ya señaló como abominación en el terreno económico, la creación y mantenimiento de la inflación. Vemos, en estos momentos, cómo desgraciadamente está de plena actualidad.
Y, ¿por qué consideraba la inflación como algo verdaderamente infernal? Porque toda inflación es: primero, un impuesto, ni discutido ni debatido en los Parlamentos; segundo, porque la gente acaba dedicándose a especular, sin atender lo ligado a planteamientos productivos; y, los agentes económicos centran su actuación en pensar qué es lo que va a subir más rápidamente de precio, para almacenar ese bien y desvincularlo de esos procesos productivos. La mala asignación de los recursos es corolario de esas circunstancias especulativas derivadas de la inflación.
Otra derivación obligada de la realidad inflacionista es que, precisamente los más pobres, aquellos que tienen más dificultades para dominar los mercados dentro del proceso económico, son los más castigados, por lo cual, la desigualdad económica de los ingresos de las personas se agranda, de modo claro.
Esto que formula y señala el P. Mariana no es demasiado diferente de lo que hoy en día se está observando sobre las consecuencias de la inflación. Pero ha surgido la idea de que tasas importantes de inflación pueden eliminar cantidades importantes de desempleo. Por tanto, ¿no merecerá la pena pagar la obtención del pleno empleo con la moneda de la subida de los precios?
Todo esto se considera ya superado y aclarado; famosa fue la intervención del gran economista Milton Friedman, en su mensaje presidencial a la American Economic Association el 29 de diciembre de 1967, cuando señaló en El papel de la política monetaria, cómo quedan realmente destrozados los planteamientos favorables a la inflación desde un punto de vista científico. Por ello, es inconveniente pagar con la moneda de la inflación un posible bienestar derivado del pleno empleo. Es necesario plantearse siempre cómo conseguir eliminar la inflación. El único mecanismo que acaba existiendo para huir de tal trampa y de sus derivaciones es poner en marcha, de manera adecuada, la conducta del Sector Público. Hay que poner coto al conjunto de los gastos y de los ingresos de éste, procurando que los ingresos públicos permitan márgenes adecuados de ahorro; y permitir que los ingresos públicos no sean una suma de ingresos ordinarios, esencialmente sufragada por los impuestos, con el añadido de ingresos extraordinarios, gracias a emisiones de deuda pública, porque tal orientación de la política económica perturba los mercados financieros, desde los de capitales a los del tipo de cambio, ámbitos que experimentan notables desajustes intentando castigar la inflación, así como la aparición de formidables subidas en los tipos de interés, y fugas considerables de fondos bursátiles. Un incremento impositivo fuerte es capaz, fácilmente, de crear pánicos económicos.
Por todo eso, la ortodoxia financiera ha hecho nacer una realidad que pasa a ser algo congruente con lo que ya había empezado a señalar el Padre Mariana, y algo incongruente con cualquier veleidad que pueda plantearse de tipo inflacionista. Mala asignación de recursos, pobreza, paro, empeoramiento de la distribución de la riqueza, atasco en los mecanismos productivos, castigo al ahorro, perturbaciones en las reservas para jubilados, caídas en el tipo de cambio y fugas de capitales son algunas de las desdichas que acaba teniendo que soportar toda nación inflacionista.
Por ello, el mensaje de los economistas de todas las escuelas de todo el mundo ha pasado a coincidir con el talante de la Iglesia Católica, expuesto por el Padre Mariana, lo cual afecta hoy directamente a la actualidad española. Pero esto no quiere decir que los errores tremendos originados por derivaciones pretendidas de Keynes continúen defendiéndose. Pero, cuando se intentó, con estas medidas de Friedman –como ocurrió en Chile–, garantizar el desarrollo económico y la supresión del paro, se observó, al implantarlas de manera excesiva, en muchos países, que también aparecía el caos.
Evidentemente, lo que es preciso es una reflexión crítica agudísima en los problemas de política monetaria, de política fiscal, y, por supuesto, también de política social. Estos mensajes suelen ser erróneos, y conviene mostrar realidades concretas, como la actual de España, por lo que necesitamos efectuar, no solo análisis científicamente correctos, si no que la población los comparta. Para ello, estos deben ser difundidos.
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