Mijaíl Gorbachov

Gorbachov, Vuitton y el fin de la abundancia

La rotundidad del presidente francés y sus augurios sobre el fin de la abundancia esbozan un adiós a nuestro modo de vida, aunque con un desenlace aún bastante abierto

Conversaba hace pocos días con unos colegas sobre la importancia de los buenos finales en la ficción. En una novela, en una película o en una serie. Las conclusiones deben resultar lo suficientemente verosímiles y convincentes para cerrar con claridad y contundencia cualquier trama. O sea, lo contrario de lo que suele ocurrir en la realidad. Muchos de los desenlaces a los que nos enfrentamos en lo cotidiano resultan muy poco creíbles o no aciertan a poner el punto final y uno no es muy consciente de cuando ha terminado una etapa o un ciclo o un periodo. Y en esas estamos ahora, en este casi cuarto del siglo XXI, que nos ha cogido desprevenidos por su ímpetu, con la incertidumbre de no saber muy bien en qué se está convirtiendo el mundo que conocimos y que tan asentado heredamos de la centuria anterior. Lo que sí sabemos, en cambio, es que nos precipitamos hacia un nuevo tiempo de la historia.

En la concatenación de acontecimientos que se nos acumulan a velocidad de vértigo la muerte de Gorbachov viene a ser una metáfora de lo que nos ocurre. Un recordatorio de que asistimos al fin del fin de la Guerra Fría. De aquel impulso que derribó muros y que diseñó la geopolítica de las últimas décadas, con la que nos hemos explicado y que ya va siendo desplazada. Hay quien apunta que, desde aquel eje bipolar, tras instalarnos durante años en la globalización, nos dirigimos ahora a una estructura más amorfa, con distintos polos de poder y marcada por el ocaso de la interconexión. A las intensas sacudidas políticas (derivadas, directamente, de las bélicas) se añaden las devastadoras implicaciones económicas que cuestionan las dependencias energéticas de países no exactamente alineados con los principios democráticos.

Con la energía como factor determinante de unos cambios cuya dimensión aún no podemos calibrar (pero que se atisban estructurales), Alemania y Francia se afanan en concienciar a sus ciudadanos sobre el alcance de la transformación que ya extienden hasta el invierno próximo. La rotundidad del presidente francés y sus augurios sobre el fin de la abundancia esbozan un adiós a nuestro modo de vida, aunque con un desenlace aún bastante abierto. Y tratando de anticiparlo, precisamente, me acordé de aquella publicidad en la que Gorbachov paseaba en un coche de época junto a algunos restos del Muro de Berlín promocionando los lujos de la Maison Vuitton. Supongo que tuve una especie de «flashback»... por aquello de Macron.