Política

El compromiso sanchista

Cuando la política se hace con las tripas en vez de con la cabeza conduce al desastre

El compromiso de Pedro Sánchez con la izquierda radical y con las fuerzas separatistas de Cataluña y el País Vasco es firme. Parece inquebrantable. Pierde el tiempo Feijóo ofreciendo su colaboración para salir del atolladero en que nos encontramos. El compromiso sanchista no consiste sólo, como creíamos algunos, en una oportunista acomodación a la aritmética parlamentaria para alcanzar y mantenerse en el poder. Va más allá. Se siente personalmente identificado con lo que define como «fuerzas progresistas», entre las que incluye a ERC, a Podemos y a Bildu, aunque amenacen la integridad nacional, la Monarquía parlamentaria y el actual sistema constitucional. Considera que son de su bando, de los suyos, y eso es lo importante, aunque mantenga con ellas algunas diferencias. Comparte, sobre todo, con sus socios el firme propósito de evitar por todos los medios que vuelva a gobernar la derecha en España.

Hay en la política sanchista, alimentada seguramente por su alianza de gobierno con Podemos, una pulsión guerracivilista, con un amago de frente popular y un descarado revisionismo de la memoria histórica. A esto obedece el segundo entierro de Franco, oficiado por Bolaños, el actual ministro de la Presidencia, que en realidad ha sido la resurrección del dictador con evidente ánimo perturbador. A las fuerzas de la derecha, sobre todo a Vox, se las presenta sin muchas matizaciones como herederas legítimas del franquismo y, por tanto, como el enemigo a abatir. Esto explica la dificultad para alcanzar acuerdos con el Partido Popular, por más que se esfuerce Feijóo, enviando papeles a La Moncloa con propuestas interesantes en estos momentos difíciles. Recibe a cambio la callada por respuesta cuando no furibundos ataques con descalificaciones personales, coreadas por los ministros. La conclusión del líder de la oposición es que el presidente Sánchez rechaza cualquier pacto con la derecha, incluida la obligada renovación del Poder Judicial.

Esta forma de hacer política, que atiza sistemáticamente el enfrentamiento y la desconfianza, contrasta vivamente con lo que ocurre en los países democráticos de la Unión Europa, tiene poco que ver con el comportamiento de los viejos partidos socialdemócratas y rompe con la trayectoria ejemplar del PSOE después de la muerte de Franco. El compromiso sanchista con Podemos, ERC y los herederos de ETA, que le impide alcanzar acuerdos con el Partido Popular, miembro de la mayor fuerza democrática europea, es la gran anomalía española, nuestra singularidad. Esto explica en gran manera lo que está pasando aquí: el adversario se convierte en enemigo. Cuando la política se hace con las tripas en vez de con la cabeza conduce al desastre.