Reino Unido
Isabel II, las cosas absurdas y el pésame de los sindicatos
La monarquía británica es una fuente de ingresos para el país, sobre todo como reclamo turístico
André Maurois (1885-1967), pseudónimo de Émile Herzog, publicó en 1937 su magnífica «Historia de Inglaterra», que actualizó hasta su muerte. Tuvo tiempo de incluir el acceso de Isabel II al trono y ahí escribe que «se suele decir que en Francia, cuanto más cambian las cosas, más siguen igual, mientras que en Inglaterra, cuanto menos cambian las cosas, menos siguen siendo igual». Mucho antes, Arthur James Belford (1841-1930), primer ministro entre 1902 y 1905, defendía que «vale más hacer una cosa absurda que se ha hecho siempre, que una cosa sabia que no se ha hecho nunca». Isabel II, la reina más reina de todas las reinas, quizá sintetizó en su largo reinado los cambios, tan radicales como imperceptibles en el primer momento y las tradiciones, por absurdas que puedan parecer a algunos. Su coronación inauguró la era de los acontecimientos televisados y sus funerales serán el mayor espectáculo multimedia que haya habido hasta ahora. La monarquía británica es una fuente de ingresos para el país, sobre todo como reclamo turístico. La consultora Brand Finance calculó, antes de la pandemia, que generaba ingresos para el Reino Unido de unos 1.800 millones de libras anuales, además de otros 150 millones de impacto en el comercio exterior. Series como The Crown o Victoria aportan unos 50 millones anuales. Por el contrario, la monarquía les cuesta a los británicos casi 300 millones anuales, pero el saldo para el país es positivo.
Isabel II no estaba llamada a ser reina pero ha sido la soberana británica más longeva en el trono y casi en el mundo, solo superada por Luis XIV, en Francia. Su primera educación política –de la que nunca se apartaría– fue el estudio del libro «The English Constitution», de Walter Bagehot (1826-1877), en el que el editor de The Economist explica y analiza las leyes principales que rigen el Reino Unido y, sobre todo, el Parlamento y la Monarquía. Bagehot solía decir que «el mayor placer en la vida es hacer lo que la gente dice que no puedes hacer». Isabel II, sin duda, ha sido su mejor alumna, con luces y sombras, pero con un balance positivo hasta el punto de que los sindicatos del Correos británico y de los ferrocarriles han suspendido/aplazado las huelgas previstas para estos días. En el Parlamento, homenaje con trajes oscuros y nadie descorbatado. Cosas absurdas, tradiciones y cambios en 70 años, resumidos por The Economist en «menos niños, menos mineros y menos repollo». Cuanto menos cambia todo, menos sigue igual, como percibió Maurois. No es tiempo de comparaciones.
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