El desafío independentista

Día 18. Español, lengua vehicular

Estamos por tanto ante un caso general, en el que en torno a la cuestión de la lengua vehicular se desarrolla todo un proyecto de construcción de identidades nacionales locales

Muchos habremos tenido la misma experiencia. Cuando le decimos a algún conocido de fuera que en Cataluña no se puede cursar la educación en español y que el español es tratado como una lengua extranjera nos miran como si estuviéramos desvariando… Después de haber asimilado esto, aún más les costará entender que desde este curso no se podrá utilizar el español como lengua de comunicación en los centros escolares catalanes. Las directrices, expuestas en un documento del Departamento de Educación de la Generalidad del mes de julio para su aplicación en el curso 22/23, son inequívocas: en catalán «se realizan las actividades de los centros, tanto orales como escritas (…); las exposiciones de los profesores; las actividades de aprendizaje y de evaluación; la interacción entre docentes y con los alumnos y las actividades de formación del profesorado». Si esto no se parece a una prohibición, como ha escrito Iván Teruel, habrá que volver a definir el término.

En realidad, la expulsión del español de los centros de enseñanza es consecuencia lógica de la imposibilidad de cursar la enseñanza en español. Y sin esta, que hace del catalán la única lengua vehicular de la enseñanza en Cataluña, la segunda no tiene sentido alguno. Las dos, y en particular la primera, nacen de la misma idea: considerar la lengua catalana como lengua propia de Cataluña con exclusión del español. La doctrina ha sido rechazada en diversas ocasiones por el Tribunal Constitucional. No importa. Estamos ante un proyecto político de construcción nacional para el que la ley es un obstáculo que hay que superar o, mejor dicho, derrotar. La única lengua que la Comunidad está en la obligación de impartir es la «propia», que en este caso es la catalana.

La situación a la que se ha llegado en Cataluña no es privativa de la región. En Galicia también se da prioridad, en la enseñanza y en la administración, a la lengua «propia», vertebrador de la unidad de «los gallegos». En el País Vasco el vascuence es también el núcleo duro de la identidad local, y tiene preferencia sobre el español: en Guipúzcoa ningún centro escolar ofrece el español como lengua vehicular. En Navarra, donde el español y el vascuence son lenguas propias, el segundo está siendo sistemáticamente favorecido. En Valencia ocurre otro tanto, y la administración local discrimina en favor del valenciano a los futuros funcionarios y se promociona el valenciano en toda la enseñanza y cada vez más en la Universidad. En las Islas Baleares, tanto el balear como el español están siendo sustituidos por el catalán como lenguas vehiculares.

Estamos por tanto ante un caso general, en el que en torno a la cuestión de la lengua vehicular se desarrolla todo un proyecto de construcción de identidades nacionales locales y, como es natural, de desmantelamiento de aquello que une a todos los españoles. Si el español no es lengua propia, es porque es extranjera, y si es extranjera, su utilización en la enseñanza como lengua vehicular sólo puede deberse a un fenómeno colonial de conquista y ocupación. La manifestación del próximo domingo 18 de septiembre en Barcelona convocada por Escuela de Todos en favor del «Español, lengua vehicular» no requiere por tanto más eslogan que este para aclarar su objetivo. Objetivo que afecta a todos los españoles que quieran seguir siéndolo.