El artículo de Francisco Marhuenda

La campaña contra Feijóo

«Hasta hace poco, el líder gallego era un modelo de prudencia y rigor que contrastaba con Pablo Casado»

Hay que reconocer que la izquierda política y mediática es tan implacable como eficaz. Ahora tiene como enemigo público número uno al presidente del PP. Un error habitual del centro derecha es pensar que hay que ir en plan «buen rollo», para hacerse perdonar no ser progres. Es un complejo que arrastra desde la Transición y que ha afectado a UCD, AP y al PP. Es algo que siempre me ha resultado patético. Y la culminación de ello es cuando se han reivindicado a figuras como Azaña o se alardeaba de pasado comunista. Es algo que ellos nunca hacen. Desde el triunfo de la Revolución Rusa y el nacimiento de la URSS se conocen los crímenes brutales que han cometido los comunistas en todos los países que han gobernado. La propia utilización del lenguaje es una extensión de ese dominio que consiguen frente a sus rivales, porque todo se circunscribe a la propaganda. Una de las ventajas que han tenido comunistas y socialistas es un dominio de la profesión periodística que llega hasta nuestros días. Un periodista progre es alguien enrollado y comprometido que tiene bula, además, para ser sectario y fanático. En cambio, los de derechas son unos carcas.

Hace muchos años coincidía en ETB, la televisión pública vasca, con María Antonia Iglesias, que había sido la todopoderosa directora de informativos de TVE con el felipismo. Era una periodista comprometida con el PSOE. Era algo bien visto. Estábamos en el coche y me dijo «Paco, eres muy agradable y no pareces de derechas». Por supuesto, le contesté que lo era, porque nunca he tenido ningún complejo en esa materia. Al llegar a la tertulia, se había transformado de la compañera amable a una implacable y feroz izquierdista que tenía que arremeter contra mí, aunque tuviera razón. La gente de derechas a veces podemos tenerla. Cuando regresábamos al coche volvía a ser amable. Esa frase de «no pareces de derechas» la he escuchado muchas veces. Es una expresión de la pretendida superioridad moral de la izquierda. Nunca se la he reconocido en ninguna materia. No lo es en política, economía, cultura… Y, además, les gusta el dinero más que a nadie. La derecha política y los empresarios siempre son muy generosos con aquellos que les quieren destruir e, incluso, los tienen en nómina. La Historia nos demuestra que es una pauta de comportamiento que encontramos, también, en los estadios previos a las dictaduras con el apoyo económico a comunistas, nacionalsocialistas y fascistas. El mundo está lleno de incautos que se consideran muy listos.

Feijóo es ahora el blanco de una de esas campañas que acostumbra a orquestar el PSOE con la ayuda de sus mariachis mediáticos para descalificar y destruir a sus rivales, así como conseguir la movilización de sus votantes. Lo intentan, aunque no siempre lo consiguen. Hasta hace poco, el líder gallego era un modelo de prudencia y rigor que contrastaba con Pablo Casado, que entonces era el malo oficial porque no se sometía a los dictados de La Moncloa. En este caso sí parecía de derechas y estaba acomplejado frente a Vox. A la izquierda nunca le importa la mentira o la manipulación. No era más que esto. Ahora le toca sufrir a Feijóo y han acuñado frases como «hay que sacarle de su zona de confort» y que «no es muy trabajador». Esto lo dicen aquellos que ni siquiera fueron capaces de sacar una oposición y que sus papás se lo pagaron todo. No hay que esperar mucha coherencia.

La izquierda se envalentona con estas campañas y es bueno recordar cómo consiguieron derribar a Rajoy creando el clima para que no se pudiera votar a un partido corrupto. No dicen lo mismo con los ERE, que es uno de los mayores escándalos de corrupción y compra de votos de nuestra historia contemporánea. La noticia de la sentencia del Tribunal Supremo ha tenido un recorrido muy breve, porque no hay que incomodar al inquilino de La Moncloa. No hay duda de que utilizan con gran eficacia los resortes del poder. Es lo que ha sucedido con el asalto a Indra, que sirve para gratificar a Joseph Oughourlian por sus servicios al convertir al grupo Prisa, bajo la estrategia de Miguel Barroso, en el abanderado de la propaganda monclovita. No quiero imaginar qué diría la izquierda política y mediática si el PP hiciera algo así. Lo que admiro es que lo hacen con luces y taquígrafos. El descaro es absoluto y saben que no les producirá ningún desgaste, porque lo importante es favorecer a los amigos. En los próximos meses, la compañía recibirá jugosos contratos con la excusa de la OTAN.

Feijóo se tiene que acostumbrar a esta máquina de triturar que quiere impedir su victoria. En el paquete han incluido a empresarios y banqueros, que hasta hace poco eran muy queridos por el ala socialista del gobierno. La situación había llegado al extremo de que el primer funcionario de la CEOE, Antonio Garamendi, era lo más parecido a un ministro sin cartera. Era el interlocutor perfecto, porque se mostraba sumiso y entregado. A la gente de provincias siempre le ha impresionado la Villa y Corte. Hay que tener presente la genial película «La escopeta nacional», de Berlanga. Garamendi quiere repetir como presidente de la patronal, que comporta un gran sueldo y poder. Es un chollo tan enorme que entiendo que no lo quiera perder. Por su parte, el líder popular debe aprovechar esta campaña en su contra. La última encuesta de Tezanos es la constatación de la desesperación de la izquierda política y mediática. Nadie se la cree, pero intentan sacarle provecho propagandístico a todo. Por ello, ha de estar orgulloso, porque el despliegue que harán hasta las generales demuestra que están muy preocupados y temen perder el poder.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).