Economía

«Batalla del método» y martirio de una Santa

San Juan Pablo II había tenido una orientación universitaria filosófica teológica y de admiración crítica hacia los planteamientos económicos de Edith Stein

A partir sobre todo del siglo XIX y, no digamos a lo largo del siglo XX, se dio una batalla intelectual muy fuerte de tesis económicas enfrentadas. Como sus elaboradores fueron economistas de muy alto nivel, dicha batalla ha sido espléndidamente presentada en la obra del gran economista Schumpeter, Historia del análisis económico (las citas de la traducción de Manuel Sacristán, Ariel, Barcelona, 1971). En el apartado el Mephodenstreit fue extraordinariamente violento. Como señala Schumpeter, Schmoller reseñó negativamente la obra de Karl Menger «en su Jahrbuch, y Menger replicó con un folleto titulado Los errores del historicismo en la economía política alemana, en el cual rebosaba ira y provocó, naturalmente, rechazo. El incidente produjo mucho malestar y puso en marcha un alud de literatura; ambas cosas tardaron décadas en apaciguarse». Esa pugna se introdujo en la política económica y, a través de ella, en la política social, pasando a orientar, por lo que se refiere a la línea historicista de Schmoller, al conjunto de la política alemana.

Por supuesto, los planteamientos imperiales de Bismarck pasaron a vincularse, desde entonces, con las posturas historicistas, que en el propio ámbito intelectual germano dio lugar a planteamientos opuestos, derivados de la famosa Escuela de Viena de Economía, de lo que se derivaron consecuencias en Alemania, por haber sido derrotada en la I Guerra Mundial, y por el desastre económico creado por las condiciones durísimas impuestas por los aliados, en el Tratado de Versalles.

De ahí se deriva la aceptación de las tesis, tras esa derrota, del partido nacionalsocialista dirigido por Hitler, autor de una obra básica para esa ideología, titulada Mein Kampf. Su lectura deja muy claro ser heredero de la escuela histórica, pero en pugna, no ya con la Escuela de Viena, sino con altísimos economistas situados tanto Suiza, como en Inglaterra, con un sistemático mantenimiento de actitudes opuestas. El triunfo del nacionalsocialismo movió a los economistas alemanes opuestos, a un tiempo, al historicismo y al nazismo, incluso a exiliarse, como por ejemplo Hayek, a Inglaterra, o Stackelberg, a España.

Vinculado todavía con Alemania –la Universidad de Friburgo de Brisgovia estaba al lado de la frontera de Suiza–, surgió un núcleo dispar de la línea que podríamos llamar Nazi-historicista. Tal fue el caso de Eucken, formulador de planteamientos teóricos totalmente opuestos de la orientación oficial del Gobierno de Berlín, encabezado por Hitler.

Una jovencita agraciada llamada Edith Stein, hija de un mediano empresario, fundamentalmente relacionado con el comercio de la madera, pasó a tener una vocación intelectual extraordinaria, y, al mismo tiempo, una admiración por su entorno familiar. Queda claro todo ello en su obra Estrellas amarillas. Autobiografía: infancia y juventud (Editorial de Espiritualidad, 2019). A lo largo de su juventud, fue vinculándose cada vez más hacia la Iglesia Católica, hasta llegar a la conversión, atraída por la personalidad de Santa Teresa de Jesús. Mas, deseosa de recibir una alta enseñanza universitaria, sobre todo en filosofía y en teología, pasó primero a la Universidad de Breslau y, a continuación, a la mencionada de Friburgo de Brisgovia. En esa carrera universitaria experimentó un enlace intelectual muy fuerte con Husserl, ese gran filósofo admirado por Ortega y Gasset. Muy inteligente, Edith Sthein también observó algo que había vivido hasta entonces en su ámbito familiar empresarial, y automáticamente, se convirtió en ayudante de Husserl, percibiendo el ambiente sobre cuestiones económicas existente en el conjunto de la Universidad de Friburgo de Brisgovia. Fue abandonando, totalmente, la línea historicista, para entrar en planteamientos de política económica que seguían la línea mencionada del abandono del historicismo. Vemos a Edith Sthein, quizá por el citado vínculo familiar, junto a esa línea de ciencia económica, y con proyecciones hacia el pensamiento católico, sostenido en la frontera suiza con las tesis expuestas en la revista Ordo, con planteamientos económicos y sociales. Admiradora de nuestra Santa Teresa –y, también, por cierto, directamente heredera de judíos asentados en España–, ingresa en la orden Carmelita. La persecución de los judíos en Alemania le obliga a cambiar de residencia y, cuando se encontraba en el convento de Echt, en Holanda, fue apresada y enviada al campo de concentración de Auschwitz, donde recibió martirio en la cámara de gas, muriendo el 9 de agosto de 1942.

Debo señalar que San Juan Pablo II había tenido una orientación universitaria filosófica teológica y de admiración crítica hacia los planteamientos económicos de Edith Stein, a la que pasó a elogiar, de modo justo y extraordinario, cuando fue canonizada, pareciéndole maravilloso que pasase a ser conocida con el nombre previo de Santa Teresa.

Por eso, la línea historicista heterodoxa también causó el martirio de esta extraordinaria Santa.