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Ciudades 15 minutos y el riesgo del gueto orwelliano

Los «sectores 15» suenan bien, siempre que no sirvan para dividir las ciudades por zonas burocráticas de confinamientos climáticos

Los soñadores de ciudades imaginaron urbes manejables en las que fuese tan fácil hacer deporte como trabajar, comprar o dormir. José Ramón Sánchez, el mítico fotogalerista de las campañas socialistas en la época de Felipe González, nos dibujaba una utopía de felicidad urbana a la que llegaríamos si votábamos al PSOE. La gente votó a Felipe pero aquel edén de ciudad del paraíso no se llegó a plasmar. Era lógico. Las ciudades son ahora más vivibles, pero aun distan de la perfección.

La pandemia nos apartó del mundo, pero de ella aprendimos que se puede trabajar a distancia con la misma eficacia. Al menos en un número considerable de casos. Si puedes operar on-line te liberas del transporte y ganas tiempo para la vida. Las urbes gigantes son un suplicio desde el punto de vista de los desplazamientos. También por la contaminación y la inseguridad. Pasar 120 minutos encerrado en el coche en las horas punta no es una excepción en ciudades como Pekín, Tokio, México, Bogotá o Sao Paulo. En Moscú ir desde el aeropuerto al centro puede llevar dos horas, 30 minutos más si está nevado. En Nueva York, ir desde Manhattan al JFK te lleva una hora en Metro y mucho más si optas por el auto y los peajes. Ciudades asiáticas como Bangkok o Hong Kong obligan a cualquiera a un suplicio de autopistas, puentes y túneles que acaba saturando la cabeza.

Las ciudades mega-pobladas son estresantes, agresivas, inseguras y poco manejables. De ahí que tras la Covid surgiera el concepto de «la ciudad de los 15 minutos», basada en una idea prepandémica esbozada por Carlos Moreno, científico colombiano afincado en París. Moreno parte de la premisa de que necesitaríamos encontrar todo lo que necesitamos a 15 minutos de nuestra casa. Quien dice 15 dice 20 o 30 a lo sumo, pero no más. De modo que ahí deberíamos tener nuestro centro de trabajo, supermercado, deportes, jardines, comercio, colegio, guarderías, hospital, etcétera. En Bogotá a esto le llaman «manzanas del cuidado», y en otros lares «ciudades de proximidad». Ada Colau experimenta con el concepto de «supermanzana» o «super-illa» (super-isla), que sin embargo ha sido considerada inviable por el padre de las supermanzanas, el ecólogo Salvador Rueda. El problema es que el tráfico se desvía a rúas colaterales, que tienen que soportar una mayor saturación. Si no hay una red de parkings adecuada, malo.

A estas «ciudades 15» ya les han salido detractores, que dicen se van a convertir en guetos, al crearse «zonas climáticas» que faciliten confinamientos y el parcelamiento económico: los pobres en sus sectores y los ricos en los suyos, de manera que para pasar de un lugar al otro habría que pedir permisos, pagar peajes o multas si sales más de lo debido de tu ámbito-eco-15, etc. Todas las monedas tienen una cara oculta. Da miedo pensar que esto último pudiera suceder. Pero así era lo de Orwell.