Pedro Sánchez

Sánchez I El Pacificador

«Es una pena que Sánchez lleve tan poco tiempo en el poder, porque con él la UE hubiera liderado el mundo»

En primer lugar, quiero pedir disculpas a Alfonso XII y su memoria, ya que fue conocido por sus contemporáneos como «el Pacificador». Fue algo merecido, porque el ejército alfonsino logró derrotar a los carlistas y se acabó la Tercera Guerra, aunque no tan virulenta y complicada como la Primera. No solo eso, sino que mejoró la situación en Cuba y nuestro país logró una merecida estabilidad tras el Sexenio Revolucionario. El hijo de Isabel II es una de las figuras más interesantes del convulso siglo XIX español y uno de los mejores reyes de nuestra Historia. Su prematura muerte impidió que pudiera desarrollar sus ideas como monarca constitucional y aprovechar la experiencia que había adquirido en su exilio tras el éxito de la Revolución de 1868, que provocó la caída de Isabel II. En Roma, los generales victoriosos merecían unir a su nombre el lugar de su triunfo o un reconocimiento singular. Lucio Emilio Paulo Macedónico, Publio Cornelio Escipión Africano, Germánico Julio César, Cneo Pompeyo Magno (grande)… Eso de los sobrenombres era muy habitual para reyes y emperadores.

En el Sacro Imperio siempre me hizo gracia que Enrique I fuera el Pajarero. Otros eran el Santo, el Viejo, el Negro, el Rojo (que Pablo Iglesias no se anime porque no era por una cuestión ideológica), Barbarroja, Hermoso… A Federico III lo llamaron, también, «el Pacificador». Eso de «pacificar» iba unido a las victorias militares. Por supuesto, casi ninguno, incluidos algunos que tanto admiramos, superarían la disparatada ley de la memoria que nos han impuesto socialistas, comunistas, independentistas y filoetarras. Si dejáramos suelto por Europa a Sánchez y sus poco recomendables socios, dando rienda suelta a su visión de la Historia, nos quedaríamos sin monumentos y las empresas de demolición y transporte harían negocios multimillonarios. El Gobierno ha dado por finalizado el denominado «procés», aunque es un anuncio unilateral. Me recuerda cuando Ramsés II decidió que había ganado la batalla de Qadesh y derrotado a los hititas. Por supuesto, el faraón y sus colaboradores se encargaron de consagrar esa visión que no se ajustaba a la realidad. No son tiempos para construir templos, obeliscos o pirámides en honor del presidente del Gobierno, pero tiene un buen número de medios, periodistas, politólogos y columnistas encargados de cantar sus éxitos.

El primero y más importante es la pacificación de Cataluña. No podemos denominarlo Sánchez I Catalanicus o Barcelonensis, por lo que me mantengo con el título de este artículo. Su victoria clara y contundente, aunque los afectados no se han enterado, ha dado lugar a una guerra civil entre los independentistas. Nada que nos tenga que sorprender teniendo en cuenta que se odian. Es bueno recordar que las masas ocuparon las calles de Barcelona gritando «Visca Macià i mori Cambó» en la proclamación de la idílica la Segunda República, que necios e ignorantes defienden como si hubiera sido una utopía. Eran gente muy moderada, dicho irónicamente, y simpatizantes de ERC. Moncloa vende la situación actual como el final del «procés», lo que significa la derrota de Junqueras y Puigdemont. Asegura que no habrá referéndum, pero también apoyaba la rebelión y ahora se ha cargado la sedición y descafeinado la malversación. En su momento era un ferviente defensor de la aplicación del 155 y ahora le parece que fue un error. Por supuesto, todo es culpa del PP, ya se sabe que los independentistas son unos demócratas que aman la España constitucional.

Al igual que le sucedió a Alfonso XII, no nos podemos circunscribir solo a su triunfo sobre el independentismo y el sometimiento de Junqueras, que en cualquier momento lo llevará a Madrid como hizo Julio Cesar con Vercingétorix. En este caso, me temo, será para convertirlo en presidente del Congreso de los Diputados. Otro éxito ha venido de la generosidad de Macron, que en cualquier momento se inmortaliza a lo Luis XIV como Rey Sol y se busca un moderno Hyacinthe Rigaud, para que le pinte utilizando la técnica de óleo sobre lienzo. Lo puede poner, también, en el museo del Louvre al lado de esa obra que es un prototipo extraordinario de representación mayestática. Macrón el Grande ha decidido ayudarle y ahora tendremos intercambios de ministros en los consejos. Espero que Sánchez sea prudente y no envíe a los podemitas, porque ofrecerían una imagen lamentable de nuestro país. Ni la grandeur francesa es capaz de superar tamaña mediocridad. Las miserias se resuelven en casa.

El presidente francés merece un Toisón de Oro por su generosidad, aunque nos sale muy cara. Nos sitúa al nivel de Alemania. Es bueno que nadie se confunda, como sucede con el fin del procés, porque Francia nunca hace nada gratis en favor de España. Una parte de mi familia es francesa y tengo una enorme admiración por esa gran nación y, sobre todo, por cómo gestiona su pasado y la francofonía. Mis padres me enviaban a Borgoña y París cuando era joven. Por tanto, no soy francófobo sino todo lo contrario, aunque realista. Lo sucedido en la cumbre de Barcelona forma parte de la campaña presidencial para la reelección. Macron ha apostado por Sánchez. No es importante, porque la política internacional se basa en los intereses nacionales más descarnados y acogerá con simpatía a Feijóo si consigue la victoria. Finalmente, está la visión edulcorada de la situación económica y nuestro papel en la UE. Lo que no consiguieron ni González ni Aznar lo ha logrado Sánchez. Por fin, Francia y Alemania asumen el liderazgo español. Estamos marcando las políticas en todos los terrenos y les asombramos con nuestro crecimiento. Las medidas energéticas son fabulosas. Es una lástima que Sánchez lleve tan poco tiempo en el poder, porque la UE hubiera liderado el mundo. No tardará mucho en ser Pedro I Europeus Magnus. Espero que estas ideas sean útiles para el CIS y el aparato propagandístico de La Moncloa.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).