El buen salvaje
Ayatolá Belarra
Al menos no cambia de opinión como su presidente
No escampa. Los de Hamás difunden un vídeo en el que se ve a Mía Schen suplicando que acabe su cautiverio. Está herida. Parece que alguien la está cuidando. Tal vez el mismo que la torturó. Los ayatolás, mientras tanto, los mismos que asesinan o encierran a mujeres por no vestirse apropiadamente, advierten de que provocarán el infierno en la tierra, como si su pueblo no supiera ya lo que es algo parecido a eso.
En España, Ione Belarra, todavía ministra de España hasta que se puntúe adecuadamente el texto de la amnistía, se mantiene, empero, firme, en sus convicciones. Al menos no cambia de opinión, como su presidente. Ni como Zapatero. Pase lo que pase, ella utiliza la misma plantilla de los tiempos del botellón, si es que Ione se fue alguna vez de botellón. Belarra es firme como Margaret Thatcher, aunque la que plancha, uno de los trabajos de la ex premier británica además de enfrentarse a los sindicatos era encargarse de la casa, es Yolanda Díaz.
Belarra es una ayatolá que se tira encima su propia bomba. En Gaza o en Irán, Ione sería un continuo plano secuencia de la nada, pero ese sería su problema. Es capaz de que el mundo cambie su eje de rotación si le dan un beso guarrete a Jenny Hermoso pero a Mía Schen, pues mire, que le besen las heridas como al judío de los Evangelios. Están acostumbrados esos semitas a beber sangre.
Lo que piense o haga Ione Belarra nos daría igual si no se sentara en el consejo de ministros, si no dijera, después de la protesta de la embajada de Israel, que «es un estado okupa y genocida», una manera muy delicada de ejercer la diplomacia y hablar de paz. A Ione Belarra la mandaríamos a fregar, no con esa connotación machista de chiste facilón, sino porque deja mucha porquería encima de lo que todavía es España. Un desinfectante ideológico que nos robe este hedor de vergüenza. Ione y su happy pandy se ponen sudaderas con la bandera palestina, al estilo de unas «influencer» que hacen bullying a Mía, a Mía Schen. Y a España.
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